El cargo de presidente de la Reserva Federal (Fed) siempre lleva consigo un aluvión de críticas, pero lo que Jerome Powell no esperaba es que las más punzantes procediesen de quien le designó hace un año, el presidente Donald Trump.
El todopoderoso banco central del país es la principal referencia monetaria mundial, y quien se sitúa al mando se convierte en cierto modo en su capitán global.
Cuando Powell, de 66 años, asumió el cargo hace exactamente un año, el principal reto era continuar con el proceso gradual de subida de tipos de interés diseñado por su predecesora, Janet Yellen, para acompañar el buen desempeño de la economía nacional.
En 2018, la Fed subió en cuatro ocasiones el precio del dinero, hasta el rango actual de entre el 2,25 % y 2,50 %.
Este ajuste monetario se produjo a la par que entraba en vigor el enorme estímulo fiscal lanzado por Trump como parte de recorte de impuestos para empresas y, en menor medida, para trabajadores.
La proyección de la Fed es que la economía del país cerró el pasado año con un tasa de crecimiento más que saludable del 3 %.
Sumado a un desempleo en mínimos de hace casi medio siglo, puesto que en enero se ubicó en el 4 %; y unas presiones inflacionarias controladas, con una tasa anual del 2 % en torno a la meta del banco central, el panorama económico solo provocaba envidia entre sus colegas de otros importantes bancos centrales como el de la zona euro o Japón.
Sin embargo, las críticas comenzaron a arreciar desde el lugar más insospechado: la Casa Blanca.
En otra muestra de irreverencia y quiebra con la tradición de Washington, Trump comenzó a cargar públicamente contra Powell.
En octubre, el mandatario afirmó que la Fed estaba “fuera de control” por su alza de tipos de interés, algo que, a su juicio, ponía en peligro la aceleración de la economía.
“La Fed se ha vuelto loca (…) Hasta ahora, no estoy para nada contento con mi elección (Jerome Powell)”, aseguró.
Los ataques dejaron boquiabiertos a los mercados y el sistema político de Washington, dada la habitual distancia adoptada por el Ejecutivo respecto a la política monetaria.
La independencia de los bancos centrales es considerada uno de los elementos claves de la ortodoxia económica, además de una garantía de equilibrio frente a los vaivenes políticos.
Powell, por su parte, evitó responder directamente a Trump y recalcó que la senda de la política monetaria la marcan los datos económicos disponibles, junto con el doble mandato dado por el Congreso de promoción de pleno empleo y estabilidad de precios.
Para celebrar el primer aniversario, y quizá limar asperezas, este martes Trump invitó a Powell y al vicepresidente de la Fed, Richard Clarida, a una “cena informal” en la Casa Blanca, a la que también asistió el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin.
“(Powell) no discutió sus expectativas sobre política monetaria, excepto para subrayar que la senda dependerá por completo de la información económica que vaya llegando (…) y que se tomarán las decisiones basadas exclusivamente en un análisis cuidadoso, objetivo y no político”, indicó el banco central en un comunicado al término de la reunión.
El encuentro se produjo justo después de la primera reunión del año de la Fed, en la que decidió mantener sin cambios los tipos de interés y apuntó a una pausa en el ritmo de ajuste monetario.
“El argumento para una subida de tipos se ha debilitado”, afirmó Powell en rueda de prensa el 30 de enero, al referirse a la ralentización económica global y los últimos episodios de volatilidad financiera.
En esta ocasión, Trump evitó ofrecer comentarios y el silencio desde su cuenta de Twitter puede entenderse como una muestra de aprobación. (EFEUSA).-