Los pacientes con síntomas neurológicos diagnosticados clínicamente y asociados a la COVID-19 tienen seis veces más probabilidades de morir en el hospital que los que no presentan complicaciones neurológicas, según un análisis provisional del Estudio del Consorcio Global de Disfunción Neurológica en la COVID-19 (GCS-NeuroCOVID).
Un artículo publicado en la revista ‘JAMA Network Open’ presenta los primeros resultados del esfuerzo mundial por reunir información sobre la incidencia, la gravedad y los resultados de las manifestaciones neurológicas de la enfermedad de COVID-19.
“Muy pronto en la pandemia, se hizo evidente que un buen número de personas que estaban lo suficientemente enfermas como para ser hospitalizadas también desarrollaban problemas neurológicos”, recuerda la autora principal Sherry Chou, investigadora principal del consorcio y profesora asociada de medicina de cuidados críticos, neurología y neurocirugía en la Facultad de Medicina de la Universidad de Pittsburgh, en Estados Unidos y el UPMC.
“Un año después, seguimos luchando contra un enemigo invisible y desconocido y, como en cualquier batalla, necesitamos información –explica–: tenemos que aprender todo lo que podamos sobre los impactos neurológicos de la COVID-19 en los pacientes que están activamente enfermos y en los supervivientes”.
El GCS-NeuroCOVID es el mayor estudio de cohortes sobre las manifestaciones neurológicas de la COVID-19 realizado hasta la fecha, que abarca 133 centros de pacientes adultos en todos los continentes excepto la Antártida.
Entre un grupo de 3.744 pacientes adultos hospitalizados con COVID-19, el 82% tenía síntomas neurológicos autodeclarados o captados clínicamente. Casi 4 de cada 10 pacientes declararon tener dolores de cabeza, y aproximadamente 3 de cada 10 dijeron haber perdido el sentido del olfato o del gusto. De los síndromes diagnosticados clínicamente –anomalías que un clínico de cabecera puede observar, independientemente de que el paciente sea consciente del problema– la encefalopatía aguda fue la más común, afectando a casi la mitad de los pacientes, seguida del coma (17%) y los accidentes cerebrovasculares (6%).
A pesar de las preocupaciones iniciales sobre la capacidad del coronavirus para atacar directamente al cerebro y causar hinchazón e inflamación cerebral –meningitis y encefalitis–, estos eventos fueron muy raros, ocurriendo en menos del 1% de los pacientes hospitalizados por COVID-19.
“La encefalopatía aguda es, con mucho, el síntoma más común que vemos en la clínica –explica Chou, también director asociado del Centro Pitt Safar de Investigación en Reanimación–. Esos pacientes pueden estar en un estado sensorial alterado o tener la conciencia deteriorada, o no se sienten como ellos mismos y actúan confusos, delirantes o agitados”.
Los investigadores analizaron los datos de tres tipos diferentes de cohortes de pacientes: la cohorte de “todos los COVID-19”, que incluía a los 3.055 pacientes hospitalizados con COVID-19, independientemente de su estado neurológico; la cohorte “neurológica”, que incluía a 475 pacientes hospitalizados con COVID-19 con síntomas neurológicos clínicamente confirmados, recopilados por el Consorcio GCS-NeuroCOVID; y la cohorte “ENERGY”, es decir, 214 pacientes hospitalizados con COVID-19 que necesitaron la evaluación de un neurólogo de consulta y dieron su consentimiento para participar en el Registro Neuro-COVID de la Academia Europea de Neurología (ENERGY), un socio formal del Consorcio GCS-NeuroCOVID.
El estudio descubrió que tener una afección neurológica preexistente de cualquier tipo, desde enfermedades cerebrales, de la médula espinal y nerviosas hasta migrañas crónicas, demencia o enfermedad de Alzheimer, entre otras, es el factor de predicción más fuerte de desarrollar complicaciones neurológicas relacionadas con la COVID-19, lo que aumenta el riesgo al doble.
Además, tener cualquier síntoma neurológico relacionado con la COVID-19 -desde algo tan aparentemente inocuo como la pérdida del olfato hasta acontecimientos importantes como accidentes cerebrovasculares- se asocia con un riesgo seis veces mayor de morir.
Pero incluso si un paciente supera las probabilidades y se recupera, su perspectiva de salud a largo plazo sigue siendo incierta. “Incluso si la pandemia se erradica por completo, seguimos hablando de millones de supervivientes que necesitan nuestra ayuda –advierte Chou–. Es importante averiguar qué síntomas y problemas de salud tienen esos pacientes, y aún queda mucho trabajo por delante”.