El mundo del espionaje, una palabra de moda por estos días en Estados Unidos, está al alcance de los neoyorquinos curiosos por conocer más detalles de sus misterios, al visitar Spyscape, el nuevo museo dedicado a este viejo oficio.
Aquellos con alma de James Bond podrán conocer al final de su visita si “sus habilidades” le cualifican para ser un buen agente, luego de enfrentar diversos retos, entre ellos “liberar” a un espía atrapado durante una misión, para lo cual tendrá que enviarle y recibir mensajes codificados.
De estos mensajes y de su rapidez dependerá el éxito de la misión. Para toda esta experiencia el visitante con alma de agente recibirá un brazalete con microchip para darle acceso a sus desafíos.
También se podrá divertir evadiendo rayos láser para medir agilidad y habilidad, pero, sobre todo, conocer historias, personajes y artilugios usados por espías a través de los años como brochas de afeitar huecas en su interior para albergar mensajes o armas, equipos para escuchar conversaciones o pequeñas cámaras de vigilancia.
En un museo de espionaje, el primero de este tipo en Nueva York, no podían faltar secciones dedicadas a los ataques cibernéticos, entre las que tiene un espacio el adolescente que pirateó el correo personal del entonces director de la CIA, John Brennan, y del secretario de Seguridad Nacional Jeh Johnson.
También están presentes el colectivo de piratas informáticos Anonymous o Edward Snowden, el extrabajador de la CIA que se convirtió en uno de los hombres más buscados tras filtrar documentos secretos del Gobierno de Estados Unidos.
A sólo unos pasos del MoMa, el Spyscape interactivo de paredes oscuras y con siete galerías, cada una dedicada a una faceta del espionaje, inicia la travesía con la II Guerra Mundial para mostrar cómo el trabajo de decodificar mensajes de los alemanes ayudó a las fuerzas aliadas a derrotar a Hitler.
Allí el visitante conocerá la historia del matemático Alan Turing -y un dibujo suyo cuyos ojos parpadean-, considerado uno de los padres de la ciencia de la computación y precursor de la informática moderna, que durante la II Guerra Mundial trabajó en descifrar o “desencriptar” los códigos secretos nazis, enviados por la Marina alemana a través de la máquina Enigma.
Usando moderna tecnología, se ilustra la forma en que eran enviados y decodificados los mensajes, y se podrá conocer una réplica de “La bombe”, la máquina inventada por Turing y sus compañeros para descifrar los códigos de Enigma y permitir a los aliados anticipar los ataques y movimientos militares nazis.
En el Spyscape, diseñado por el estudio del arquitecto británico David Adjaye, que también tuvo a cargo el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana en Washington DC, se muestra también la historia de agentes de contraespionaje que trabajaron para dos Gobiernos.
Es el caso del estadounidense Robert Hanssen (1944), agente del FBI al que le asignaron la tarea de investigar quién era ese “traidor” que también trabajaba para el Gobierno ruso, que en realidad era él mismo.
El trabajo de la prensa también es reconocido en la galería dedicada a la vigilancia, en la que se expone el caso de Snowden.
También le dedican una sección a Virginia Hall, considerada una de las mujeres espías más importantes de la II Guerra Mundial, y al trabajo que realizó para los países aliados pese a que le faltaba una pierna y usaba una prótesis.
Hall, cuya historia llegará al cine dirigida por J.J. Abrams, había intentado unirse a las filas del Servicio Exterior de EE.UU. antes de la II Guerra, pero fue rechazada por su género y discapacidad y finalmente fue reclutada por la inteligencia británica.
Al final del recorrido, los visitantes habrán recibido consejos para proteger su privacidad y espiar, por supuesto. (efeusa)