El presidente surcoreano, Moon Jae-in, partió hoy a Estados Unidos para tratar de concretar una estrategia de cara a la cumbre con Corea del Norte en medio de un creciente temor a que fracase el diálogo con el régimen de Pyongyang.
Lo que pretendía ser una simple reunión preparatoria entre Moon y el presidente estadounidense, Donald Trump, gana ahora importancia por el nerviosismo que se respira en Washington y Seúl tras meses de acercamiento y buenas palabras con el régimen.
La reunión que Moon y Trump tienen prevista el martes en Washington contará solo con la presencia de sus respectivos intérpretes, en un intento por hacer aflorar la máxima sinceridad de cara al crucial encuentro del 12 de junio en Singapur en el que se tratará el futuro del programa nuclear norcoreano.
La semana pasada Pyongyang suspendió abruptamente una reunión de alto nivel con Seúl argumentando que unas maniobras militares conjuntas que Corea del Sur y EEUU celebran estos días suponen un ensayo para invadir su territorio.
Horas después aseguró que la celebración de la cumbre con Trump estaba en peligro debido a las presiones de la Casa Blanca para imponerle un modelo de desnuclearización “unilateral”.
Este viraje ha generado, según medios estadounidenses, intranquilidad en Casa Blanca, algo palpable si se tiene en cuenta que Trump y Moon hablaron el domingo por teléfono para departir sobre Corea del Norte pese a tener concertada una reunión cara a cara apenas 48 horas después.
Según la prensa en Washington, inquieta el contraste entre el tono empleado la pasada semana por Pyongyang y la afabilidad que escenificaron Moon y el líder norcoreano, Kim Jong-un, en la cumbre que celebraron el pasado 27 de abril en la frontera entre las dos Coreas.
Los líderes de ambas Coreas, técnicamente aún en guerra, firmaron al término de esa cita una declaración en se comprometían a trabajar por el establecimiento de la paz y la “completa desnuclearización” de la península coreana.
Pyongyang ha decidido ahora suspender los contactos con Seúl apenas tres semanas después de la reunión en la frontera y ha protagonizado gestos que ponen en peligro la buena sintonía mostrada hasta ahora.
En este sentido, el régimen ha decidido retomar su reivindicación de que el Sur devuelva a un grupo de camareras norcoreanas que desertó al país vecino en extrañas circunstancias en 2016.
También resulta sintomático que los periodistas surcoreanos que han viajado a Pekín para volar desde ahí a la ceremonia de desmantelamiento del centro de pruebas nucleares que esta semana realiza Corea del Norte desconozcan si obtendrán finalmente o no visados pese a haber sido inicialmente invitados por el régimen.
En este contexto se espera que durante la reunión del martes Moon y Trump traten de determinar una estrategia en torno a las demandas que Washington podría plantear en la cita y también a las expectativas norcoreanas.
Pyongyang ha rechazado tajantemente que vaya a aceptar un modelo de desarme “unilateral” como el firmado entre EEUU y Libia en 2003, por el cual ha abogado públicamente el flamante consejero nacional de Seguridad, John Bolton.
Sin embargo, Trump, que recientemente firmó la retirada del pacto nuclear con Irán, ya ha mostrado su descontento para con las opciones de desarme progresivo y basadas más en el “gesto por gesto” ya que, como ha defendido, ya fueron empleadas sin resultados por sus antecesores a la hora de negociar con el régimen.
Muchos creen que Moon, una figura crucial a la hora de lograr un importante acercamiento con Corea del Norte y de mediar entre Washington y Pyongyang, debe tratar de transmitirle ahora a Trump las sensaciones que extrajo de su encuentro personal con Kim Jong-un en abril de cara a la cumbre de junio.
De esta reunión puede depender en buena parte que la histórica cita -sería el primer encuentro entre líderes de Corea del Norte y EEUU- se salde con nuevos avances para lograr una solución a la cuestión nuclear norcoreana. efe