La corrupción estatal ha hundido a más de una generación de líderes políticos latinoamericanos y parece que seguirá haciendo metástasis en el debilitado cuerpo del liderato regional.
Muchos acumulan fortunas a expensa del erario público pero simultáneamente se han convertido en cadáveres políticos, en inmundicias que las masas populares desechan.
Ha sido la mejor medicina para socavar y sacar de circulación a las expresiones más democráticas de América Latina, cuyo discurso generó expectativa y esperanza a millones de jóvenes que resistieron valientemente la tentativa de la ultraderecha deseosa de reeditar las atrocidades predominantes en el escenario político de las décadas del cincuenta, sesenta y setenta.
Los políticos que hoy son acusados de actos de corrupción enarbolaron durante años un discurso en defensa del patrimonio nacional.
Los partidos políticos, sindicatos, asociaciones profesionales y entidades comunitarias se convirtieron en la plataforma idónea para formular denuncias; acusaciones, mensajes y propagandas contra las estructuras rancias del status quo.
¿Y qué pasó entonces? ¿Cayeron en las trampas de los sectores oligárquicos o fue la ambición personal que lo traicionó?
El escándalo de corrupción que envuelve la estructura de Lava Jato-Odebrecht ha puesto a temblar a muchos líderes políticos latinoamericanos.
Oligarquía derrota liberalismo
El poder y la fuerza de la oligarquía derrumbaron el discurso liberal-progresista en el mundo, especialmente en Latinoamérica. Y muchos piensan que detrás de esa acción está el imperio norteamericano.
Ahora las cabezas de los movimientos democráticos están bajo la lupa de la corrupción, perseguidos por las instituciones judiciales del sistema que durante años cuestionaron y hasta juraron derrotar inclusive con las armas si fuera necesario.
¿Quién lo diría?, quienes antes eran defensores de los trabajadores y sectores marginados ahora compiten en acumulación de riquezas con los grupos tradicionales del poder económico y social de la sociedad.
El reinado de los líderes de “avanzadas” que gobernaron la región, lo encabezó Hugo Chávez Frías, en Venezuela; Néstor Kirckner y su esposa Cristina Fernández en Argentina; Lula Da Silva, Brasil; Rafael Correa, Ecuador; Evo Morales, Bolivia; Mauricio Funes, El Salvador y Leonel Fernández Reyna, República Dominicana. La mayoría sindicalizados por actos de corrupción.
El Partido de los Trabajadores de Brasil y sus principales dirigentes nunca han sido santos de devoción del poder mediático brasileño.
Los influyentes rotativos como Folha de Sao Paulo, O Globo y la revista Veja vienen difundiendo una serie de reportajes sobre la dimensión del entramado corruptivo.
Brasil, el quinto país más grande del mundo y la principal economía de América Latina, vive uno de los escándalos de corrupción de mayor impacto en la historia moderna que abarca inclusive a 14 países.
Sólo hay que leer las recientes declaraciones del fiscal adjunto de la Oficina de Cooperación del Ministerio Público Federal de Brasil, Carlos Bruno Ferreira Da Silva, quien reveló en Santo Domingo que el 60 por ciento de los beneficios de las empresas fraudulentas involucradas en la trama del caso “Lava Jato” iban a parar a manos de políticos.
Luiz Inácio Lula Da Silva, primer presidente obrero que gobierna Brasil, tiene el dedo meñique de la mano izquierda amputado en el duro trabajo que por años ejerció en los centros fabriles metalúrgicos de Sao Paulo, pero ahora el escándalo de Lava Jato-Odebrecht podría sepultarlo políticamente para siempre al igual que a otros líderes latinoamericanos.
¿Cómo ha afectado al pueblo la corrupción administrativa predominante en los últimos cincuenta años en América Latina?
¿Cuántos hospitales, escuelas, politécnicos, universidades y centros laborales pudieron verse creados con los millonarios recursos estatales robados en nuestros países?
…Y después de Lula: ¿Quién seguirá?
El cáncer de la corrupción que corroe las instituciones de Latinoamérica y otros países del mundo seguirá predominando el debate político. Incluso, comienza a despertar la colectividad como viene ocurriendo en la República Dominicana.
“Pueden tener certeza de que voy a luchar hasta las últimas consecuencias. El día 3 (de mayo) tengo que testificar en Curitiba y allí estaré. Nunca pensé que merecía algún privilegio”, dijo Lula Da Silva.
Por supuesto, todavía amplios sectores de la sociedad brasileña particularmente las masas pobres siguen respaldando al otrora líder metalúrgico, quien además de reiterar que es inocente de los cargos que se les imputan está sopesando la posibilidad de volver a aspirar a la candidatura presidencial del 2018.
Si cae Lula, evidentemente que también ocurrirá lo mismo con otros dirigentes políticos latinoamericanos que intentan retornar al poder en sus respectivos países.
Ante el fracaso del presidente golpista Michel Temer con apenas un 4% de intención de votos, los sectores del poder tradicional de Brasil buscarán respaldar a la ecologista y conservadora, Marina Silva, a quien sondeos preliminares aseguran que derrotaría en una segunda vuelta a Lula.
En Chile, se acaba de divulgar una información donde se revela que el ex dictador Augusto Pinochet, desvió miles de millones de dólares del Estado hacia una fundación que dirigía su mujer cuando disfrutaban de las mieles del poder.
Mientras eso sucede, Latinoamérica sigue siendo una de las regiones de mayor desigualdad social del planeta, con millones de seres humanos que carecen de los servicios básicos.
Articulo de Manuel Díaz Aponte