En 2016 Amazon hizo la primera entrega con un dron, lo que marca un hito en el uso de la automatización. Y ante el auge de la automatización, el desafío más urgente es recapacitar a la fuerza laboral, de acuerdo con Bloomberg.
Dentro de décadas, cuando los historiadores analicen 2016, sin dudas observarán las trascendentales votaciones a ambos lados del Atlántico. Pero si les interesa el simbolismo, quizá descubran que un punto de inflexión todavía más profundo tuvo lugar en la campiña inglesa a comienzos de diciembre, cuando un pequeño robot volador zumbó por el aire, se posó sobre el césped y depósito suavemente un paquete para un cliente contento.
Fue la primera entrega por dron hecha por Amazon en el mundo real. Y ofreció un vigorizante vistazo a las glorias —y ansiedades— de la economía del futuro.
La entrega por dron todavía enfrenta obstáculos formidables, tanto normativos como técnicos. Pero forma parte de una evolución cada vez más veloz hacia la automatización. Los taxis se manejan solos. Chatbots ofrecen atención al cliente. Robots guardan compras, dan vuelta hamburguesas, cosechan cultivos y extraen mineral. Amazon emplea a unos 30 mil que ruedan por sus depósitos.
Todo esto es progreso. La automatización debería mejorar la vida de los consumidores, bajar costos, estimular la demanda y aumentar el crecimiento. Debería aumentar la productividad y los salarios de quienes puedan aprovecharla.
Lo que es intrigante, podría aumentar la capacidad de solucionar problemas, desatar la creatividad y producir todavía más innovación. La historia sugiere que generará mucho más empleo del que pueda destruir.
Nada de esto reconforta mucho a los taxistas y a quienes embolsan compras de supermercado, que tendrán que conseguirse otro trabajo, ni a los cientos de miles de empleados en el negocio de entregas de Estados Unidos, que podrían mirar inquietos a los drones de Amazon. Tal vez para estos trabajadores la promesa de la automatización sea de inestabilidad laboral y estancamiento salarial.
Resulta que el mismo día que anunció la entrega por dron, Jeff Bezos, el máximo ejecutivo de Amazon, también visitó la Trump Tower en Nueva York. Bezos fue uno de los muchos peces gordos invitados a reunirse con el presidente electo de Estados Unidos para discutir cómo Silicon Valley y Washington podrían trabajar juntos. Disminuir las desventajas de la automatización debería ser prioridad para ellos, porque parece probable que eso se transforme en un tema político definitorio en los próximos años.
Los trastornos provocados por esa tecnología nueva serán más que económicos, pero el desafío más urgente, tanto público como privado, es recapacitar a la fuerza laboral.
Los estudios sugieren que los trabajadores del futuro tendrán que aprender nuevas habilidades rápidamente, ya sea encontrando nuevos campos de trabajo o dominando tareas nuevas dentro de la misma ocupación. La clave es abaratar y facilitar el proceso, y no vendría mal una mayor cooperación entre las empresas y el Gobierno.
La propia tecnología puede ser parte de la solución. Por ejemplo, algunas empresas de tecnología están emitiendo ‘nanodiplomas’ para los trabajadores que quieren renovar constantemente sus habilidades.
Proliferan otras opciones de formación y capacitación online, pero de calidad variable. Certificados del Gobierno podrían ayudar a los alumnos a escoger acertadamente entre esos programas y transmitirían confianza a los posibles empleadores cuando los vean en un currículum.
Otras empresas están analizando cómo la inteligencia artificial y la realidad virtual pueden ayudar a personalizar la educación. Su trabajo podría ayudar a los Gobiernos a fijar nuevos estándares para la orientación vocacional, programas de pasantías y universidades comunitarias. También podría ayudarlos a actualizar sus programas educativos para alentar características —como la adaptabilidad y el pensamiento creativo— que preparen a los estudiantes para carreras en las cuales la recapacitación es un dato de la realidad.
Sin embargo, todo esto es sólo el comienzo. El futuro automatizado —con drones sobre nuestras cabezas y robots a nuestros pies— podría exigir repensar todo, desde la inmigración hasta las normas, desde los impuestos hasta el bienestar social.
Para responder a sus grandes cambios, tanto los buenos como los malos, tendrá que haber mucha cooperación y creatividad.
Buena suerte, humanos.
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