“… porque a todo aquel a quien se hayadado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más sele pedirá.” – Lucas 12:48
Esta semana gocé de dos actividades que aunque diferentes en estructura, temática y participantes, ambas estaban unificadas en el concepto que trata las diversas experiencias de los latinoamericanos y el método en el que los individuos las comparten y las comunican.
La primera de las actividades me llegó como invitación de la Alta Casa de Estudios Miami-Dade College, por medio de la iniciativa y plataforma socio-comunitaria que dirigimos “Conversaciones con la Diáspora”. El gesto era motivado por la exclusividad que encarna el participar como en otras oportunidades de la experiencia en los intercambios del Tercer Dialogo de expresidentes Latinoamericanos.
La convocatoria auspiciada por una de las más importantes universidades del Sur de la Florida, además de ser estimulada por la oferta de presenciar a Luis Almagro, Secretario General de la Organización de Estados Americanos -OEA, también prometía elocuentes y suculentos intercambios de pasados gobernantes de América Latina. Allí se congregaron figuras de la talla de Frei Ruiz de Chile; Pastrana de Colombia; Lacalle de Uruguay; Mahuad de Ecuador y Quiroga de Bolivia, cuyas ponencias no tuvieron desperdicio. Un excepcional encuentro de mentes que aunque ausentes de poder gubernamental hoy día, por su independencia política ofrecen desinteresadas lecciones que bien pudieran servirnos a todos de inspiración y referencia.
Acepté gracias a las descriptivas exposiciones y puntos de vistas previas experiencias y retos superados de estos anteriores mandatarios, algo que hace tiempo vengo entendiendo, que es que a pesar del desconocimiento por parte de nuestro pueblo, los flagelos sociales que enfrentamos no son tan solo propios de República Dominicana. Por igual que la mayoría de las realidades particulares de nuestras naciones son escenarios comunes, donde los problemas de migración no son solo de nuestro país y de Estados Unidos, como tampoco lo es el tráfico de drogas y la marginalidad; pero sobre todo confirmé que en cada relato hay efectivas soluciones que podemos compartir.
El segundo encuentro al que asistimos constituyó el nuestro propio donde “Conversaciones con la Diáspora”, la cual iniciara hace ya dos años con el propósito de interactuar con dominicanos para escuchar de primera mano la esencia de sus experiencias en los Estado Unidos y resaltar sus logros, invitó a la Directora del Observatorio de Medios Digitales de la Republica Dominicana para impartir una conferencia que llevara como enfoque “Medios Digitales, Diáspora y Realidades”.
No tardó mucho en que los presentes entendiéramos que lo que fuera hasta hace dos décadas exclusividad de un grupo de intelectuales de las letras, profesionales de la comunicación y los sectores que controlaban la opinión pública por medio de la invención de la imprenta, hoy día se veían extrapolados de esa contraída realidad gracias a los avances tecnológicos y el surgimiento de medios digitales y plataformas sociales, los cuales han expandido el derecho innato de la libre expresión.
Ese privilegio del cual hoy gozamos era hasta hace poco un tan exclusivo a figuras de la talla de nuestros autores nacionales, cuyos conductos de información con referencias extranjeras de pensamiento, hacía de ellos, genios entre normales. De esos intercambios pre-apertura a la comunicación directa y al alcance de todos, permitió que nuestros literatos, siendo hombres con relaciones internacionales grandes y brillantes mentes, fungieran como canales de transmisión de ideologías, técnicas y corrientes socio-culturales. Ellos trajeron voces de democracia y bienestar a nuestros pueblos de otras experiencias leídas y vividas. Tener acceso a novedades y otras referencias fueron razones suficientes para que nuestros más valiosos y conceptuales líderes siempre fueran los escritores.
Hoy día, los beneficios de que brindan los avances tecnológicos nos permiten ser como esos brillantes autores que nos ayudaron a crear Patria. Y puede que de ahí haya salido la primera de mis motivaciones, queriéndome retratar en ellos, cuando decidí comenzar a escribir única y exclusivamente a través de la óptica de las Diásporas. Pues es gracias a esos avances periodísticos y de opinión, que insertado en los escenarios conferenciales de expresidentes o en medios digitales que nos informan, se ha democratizado la opinión pública de una nación y a su vez, la información que las diásporas reciben.
La verdad ya no es exclusiva de nadie, ni de sectores de poder propiamente, ni de los dueños de Periódicos o de Canales de TV o de Radio, como tampoco lo son de Partidos Políticos, pues hay más de una opinión y una referencia. La verdad, hoy más que nunca, es la sumatoria del colectivo de las opiniones de todos.
Pero como ha de ser con las herramientas que se fortalecen de la libertad que se disfruta y el uso expansivo de ellas, siempre termina por su dilución y la necesidad de llamar a una revaloración de la facilidad, ya sea que venga de un iletrado o un Jefe de Estado; desde las páginas de la Biblia o aquellas en las que se han impreso caricaturas. Por igual provengan desde la voz de Voltaire o de lo que lees en memes en las pantallas de tu Smart-Phone, las palabras tienen consecuencias. Por ello la importancia de poseer una responsabilidad ética y de carácter humanista, social y cultural al publicar opinión.
No por ello quiere decir que el derecho de la libre expresión haya requerido mayor valor, sino que tristemente al no asumir ciertos protocolos éticos, puede que su valía sea diluida. Hemos aceptado que la verdad está compuesta por el colectivo de todas las opiniones, sin embargo, no todas en igual calidad e incluso cuando la vaga versión de ella viene de mandatarios que utilizan esas mismas plataformas para difundirlas y es que donde existe gran abundancia de libertad, es donde el valor de la misma es más reducida y viceversa.
Pues viendo a los expresidentes en tarima, una periodista conferencista, algún miembro de la diáspora o el tweet de un mandatario, me reafirma que tanto en el mundo mediático de hoy, como en el impreso de siempre, disponer de la libertad de expresión conlleva a asumir que, “con gran poder también vienen grandes responsabilidades.”