Amparados en que lograron mayoría a través del voto popular, los dirigentes del Partido de la Liberación Dominicana consideran que pueden hacer y deshacer, que sus opiniones deben primar sobre las de los demás, que las instituciones del Estado, y el Estado mismo, les pertenece.
“Nosotros ganamos las elecciones y con ellas ganamos el país”, dicen. Es por eso que hacen leyes que luego desconocen, una Constitución que cuatro años más tarde modifican para permitir la reelección de Danilo Medina, como si fuera un relajo.
Como el país le pertenece, (Instituciones, leyes, recursos, iglesias, prensa, ejército, policía, etc., lo han destrozado y repartido en latifundios y minifundios impidiendo que nadie más, de arriba o de abajo, haga o diga algo que no esté abalado por ellos.
Está demostrado que el PLD cuando “no gana arrebata”. Lo quiere todo; lo suyo y lo ajeno, lo que “ganó” y lo que perdió. El Partido Revolucionario Moderno es, sin duda, la segunda mayoría en el Congreso y en el país, no sólo porque tiene dos senadores (debió tener 10 o 12) sino porque es el que más votos obtuvo en las elecciones a pesar de los fraudes.
Esa segunda mayoría no debería ser cuestionada ni escamoteada porque, total, el Consejo de la Magistratura lo integran ocho personas, de las cuales el PLD tiene seis. Ocho contra dos no hacen diferencia a la hora de tomar decisiones. Pero el PLD quiere tener siete u ocho. No regateó la representante del PRM en la cámara de diputados porque sería el colmo de los colmos.
Sobre la base de que ganó las elecciones, el PLD aspira a continuar controlando y corrompiendo –esa es su especialidad- los poderes del Estado y los que de ellos se derivan, como la Junta Central Electoral, el Tribunal Superior Electoral, la Cámara de Cuentas, la Liga Municipal Dominicana, entre otros. (El Club de Rotarios, el Ateneo y el Cuerpo de Bomberos, etc.)
Ganar unas elecciones no implica desconocer los derechos ganados en buena lid por los contrarios, sobre todo después de unas elecciones como las pasadas, cargadas de irregularidades.
Esa mayoría obtenida del modo que el PLD la obtuvo, ni siquiera da derecho a la elaboración e imposición de las políticas públicas; tampoco da derecho a enviar un proyecto de presupuesto al que no se le puede cambiar ni una coma, pues de lo contrario no tiene sentido enviarlo al Congreso para su discusión, modificación y aprobación.
El PLD debe tener cuidado, pues esa mayoría a la que tanto se aferra para ignorar y atropellar a los demás, la perderá en cualquier momento como le ha ocurrido a otros partidos a lo largo de la historia. Sobre todo cuando esa mayoría no ha sido ganada, sino robada.
Por lo tanto, esa mayoría es ilegítima. En ese sentido, el PLD debería actuar con menos arrogancia, más prudencia y equidad, porque además, le recuerdo, el poder es como un columpio: sube y baja.
(El PLD pasó de última minoría en el 1973 a primera mayoría en el 2000, corrompiendo y envileciendo la sociedad. ¡Eso se revertirá más tarde o más temprano!)