Cien años después de su nacimiento, el mito de John Fitzgerald Kennedy, conocido popularmente como JFK, sigue más vivo que nunca en EE.UU., donde muchos compatriotas le veneran como un símbolo de las esperanzas y aspiraciones de su país.
El trigésimo quinto presidente de Estados Unidos cumpliría este lunes un siglo desde que nació en una casa relativamente modesta en Brookline, a las afueras de Boston (Massachusetts).
Pese a una frágil salud, el único mandatario católico que ha ocupado la Casa Blanca no defraudó a sus padres, de origen irlandés.
Ávido lector, reconocido donjuán y amante del deporte, Kennedy viajó por Europa, donde su padre fue embajador de EE.UU. en Londres; se graduó en Humanidades con honores en la Universidad de Harvard y combatió en la II Guerra Mundial, de donde volvió como un héroe.
Tras ejercer de congresista y senador en el Capitolio de Washington, el joven John alcanzó el cenit de su carrera política el 8 de noviembre de 1960, cuando se impuso como candidato demócrata al republicano Richard Nixon en unas reñidas elecciones presidenciales.
Bien es sabido que durante su Presidencia Kennedy lidió con el fracasado intento de invasión de la cubana Bahía de Cochinos para derrocar a Fidel Castro (1961), la Crisis de los Misiles de Cuba (1962), que colocó al planeta al borde de una guerra nuclear entre EE.UU. y la Unión Soviética, y el impulso de la carrera por la exploración del espacio exterior, entre otros desafíos.
De su legado resuena con fuerza su genial oratoria, encumbrada en la famosa frase de su discurso de investidura pronunciado el 20 de enero de 1961: “No preguntes qué es lo que tu país puede hacer por ti; pregunta qué es lo que tú puedes hacer por tu país”.
Y todo el mundo conoce, cómo no, el trágico final de JFK el 22 de noviembre de 1963, cuando recibió varios impactos de bala en el centro de Dallas (Texas) que segaron su vida a la edad de 46 años, un asesinato grabado a fuego en la memoria colectiva de EE.UU.
Con motivo ahora de su centenario, la imagen joven y optimista de Kennedy renace en el recuerdo de los estadounidenses merced a la celebración de actos conmemorativos en todo el país.
Esa imagen reluce en un sello que el Servicio Postal de Estados Unidos emitió para celebrar los cien años de JFK.
El timbre reproduce el emblemático retrato que el fotógrafo Ted Spiegel hizo de Kennedy en 1960 durante un acto de campaña electoral en la Plaza de la Victoria de Seattle, en el que el entonces aspirante presidencial demócrata, vestido para el mitin con traje y corbata, eleva la mirada con semblante pensativo y optimista.
También conmemora el centenario el Kennedy Center, el templo de las artes escénicas de Washington que toma el nombre del mandatario y rinde homenaje a su pasión por el arte.
La institución ha programado una serie de conciertos y espectáculos inspirados en sus ideales: el coraje, la libertad, la justicia, el servicio y la gratitud.
A unos diez minutos a pie del centro cultural se llega a Georgetown, el barrio más pintoresco y elegante de Washington, donde pasear por sus calles adoquinadas supone una inmersión en la biografía de John Fitzgerald Kennedy.
No en vano, Kennedy residió en Georgetown en su etapa de congresista y senador, antes de mudarse a la Casa Blanca.
JFK dejó una huella muy especial en el célebre “Martin’s Tavern”, un acogedor e histórico pub de inconfundible fachada amarilla.
Cuenta la leyenda y, recuerdan una y otra vez los dueños del pub, que Kennedy pidió matrimonio en el “Reservado 3” a la periodista Jacqueline Bouvier (más conocida como Jackie) el 24 de junio de 1953, tras regresar la joven de cubrir la coronación de la reina Isabel II de Inglaterra para el diario Washington Times Herald.
“Cada semana tenemos aquí dos o tres proposiciones. Quieren pedir matrimonio donde lo hizo JFK”, asegura a Efe Chrissy Gardner, responsable de mercadotecnia del establecimiento.
Cerca del pub, JFK acudía cada domingo a la histórica Iglesia de la Santa Trinidad, donde vivió su última misa antes de su muerte.
Los restos de JFK yacen en el Cementerio Nacional de Arlington, a las afueras de la capital estadounidense, junto a los de Jackie, que murió de un cáncer el 19 de mayo de 1994 a los 64 años.
De día y de noche, llueva o nieve, la tumba de Kennedy está alumbrada por la “llama eterna”.
Es un símbolo de que su memoria sigue viva y de que, como rezaba un pasaje de su discurso de investidura, “el resplandor de ese fuego puede iluminar el mundo”.