Joe Biden fue la voz más visceral del Gobierno de Barack Obama, un político apasionado que hoy se lanzó a la carrera contra Donald Trump con un arma de doble filo: la herencia de una Administración que muchos demócratas añoran, pero que otros quieren aparcar para que el partido gire a la izquierda.
El exvicepresidente de EE.UU., de 76 años, tiene a sus espaldas una larga carrera política cuya meta siempre fue la presidencia, un cargo al que aspiró sin éxito en 1988 y 2008, al que decidió no presentarse en 2016 y por el que ahora lanza un último órdago que le enfrentará a otros 19 aspirantes demócratas.
“Los valores fundamentales de esta nación… nuestra posición en el mundo… nuestra democracia… todo lo que ha hecho América -América- está en juego. Es por eso que hoy anuncio mi candidatura para la Presidencia de Estados Unidos”, dijo Biden en su cuenta de Twitter.
Su entrada en campaña contó con la agradable certeza de ser líder en casi todas las encuestas sobre las primarias demócratas, pero también con el amargo preludio de las denuncias de cuatro mujeres, que le acusaron de haberlas tocado de forma inapropiada y amenazaron una de las mayores bazas de Biden: su imagen afable y cercana.
El episodio no pareció afectarle en los sondeos, pero le obligó a prometer que en adelante tendrá más en cuenta el “espacio personal” de la gente.
“Siempre he tratado de establecer una conexión humana (con la gente), porque creo que esa es mi responsabilidad. Estrecho manos, abrazo a la gente, agarro a hombres y mujeres por los hombros y les digo, ‘pueden conseguir esto'”, afirmó Biden en un vídeo este mes.
Para muchos estadounidenses, Biden es un político atípico en el buen sentido de la palabra: alguien con un interés genuino en los problemas de la gente, que habla sin tapujos y no tiene miedo a desafiar la ortodoxia política.
Sin embargo, su popularidad no es absoluta, e igual que las denuncias de las cuatro mujeres pueden restarle apoyos en un partido marcado por el movimiento #MeToo, también pueden herirle algunas posturas que adoptó durante sus tres décadas como senador.
Biden presidía el Comité Judicial del Senado en 1991, cuando Anita Hill acusó de acoso sexual al entonces nominado como juez del Tribunal Supremo, Clarence Thomas, que fue confirmado para el cargo sin que el entonces senador demócrata permitiera la comparecencia de otros testigos.
Con la controvertida confirmación de otro nominado al Supremo -Brett Kavanaugh- todavía reciente, Biden se disculpó en marzo por su gestión del caso de Hill, y lamentó “no haber encontrado una forma de darle la audiencia que merecía” en su comité.
Además, el exsenador ha sido acusado de contribuir, mediante su apoyo a leyes contra el crimen violento y la posesión de drogas, al problema de encarcelamiento masivo en EE.UU. y las disparidades raciales que conlleva; y criticado por respaldar una medida de 1986 que abrió la puerta a la venta de armas por correo e Internet.
Pero Biden también ha espoleado cambios que ahora enorgullecen a su partido: en 2012, afirmó que se encontraba “absolutamente cómodo” con el matrimonio homosexual, lo que llevó a Obama a expresar luego su apoyo a esas uniones y contribuyó a su legalización en 2015.
Y aunque votó a favor de la guerra de Irak, Biden ha sido poco amigo del intervencionismo a lo largo de su carrera. En 2011, ya en la Casa Blanca, recomendó a Obama no intervenir en Libia y abogó por retirar a las tropas estadounidenses de Afganistán.
Joseph Robinette Biden nació en 1942 en una familia humilde -su padre era vendedor de automóviles- en Scranton (Pensilvania), en pleno corazón del cinturón industrial que en 2016 apostó por Trump.
Su tirón entre los votantes blancos de clase trabajadora fue lo que llevó a Obama a elegirle como vicepresidente en 2008 y Biden cree que es lo mismo que le permitirá convencer a quienes impulsaron a Trump en 2016 de cambiar su voto en 2020.
La historia personal de Biden está profundamente marcada por el accidente de tráfico en el que murieron su mujer y su hija cuando él tenía 30 años y saboreaba su elección como senador, en 1972.
Biden se volcó en sus otros dos hijos y en 1977 se casó de nuevo con su esposa actual, Jill, con la que tuvo otra niña.
La tragedia volvió a golpear a Biden en 2015, cuando su hijo mayor, Beau, murió a los 46 años debido a un cáncer de cerebro.
Antes de morir, Beau le instó fervientemente a presentarse a la presidencia, pero en 2016, Biden decidió no entrar en la carrera por la Casa Blanca y alegó que el luto no le permitiría estar al 100 %.
“El duelo no respeta agendas ni calendarios”, escribió el exvicepresidente en su libro “Promise Me, Dad” en 2017.
Superado ese trance, Biden ha decidido finalmente seguir el consejo de Beau y convertirse en el abanderado de la era Obama de la carrera demócrata, dividida entre la nostalgia del pasado y los reclamos de girar a