En el mes de octubre del 1971, la vigesimosexta sesión de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, aprobó con 76 votos a favor, 35 en contra y 17 abstenciones, la resolución No 2758 que aceptaba a la República Popular China como miembro de ese organismo internacional y le asignaba un asiento permanente en el Consejo de Seguridad, a la vez que expulsaba a Taiwán, quien había sido miembro de la ONU por 22 años
A pesar de que los Estados Unidos votaron en contra de la resolución, años más tarde se supo de los viajes a China que el Consejero de Seguridad del gobierno de Richard Nixon, señor Henry Kissinger, había estado haciendo de manera secreta ese mismo año.
Solo cuatro meses después de firmada la resolución de la ONU, en febrero del 1972, el Presidente Nixon viajó a China, convirtiéndose en el primer Presidente norteamericano en hacerlo.
En ese viaje, hubo conversaciones para instaurar relaciones comerciales con China, aunque no diplomáticas. Esto último sucedió en enero del 1979 bajo la presidencia de Jimmy Carter, pero, al establecer esas relaciones diplomáticas con China continental, como se le llama comúnmente, tuvieron que romperla con Taiwán. Condición sine qua non del gigante asiático.
Aquí los americanos aplicaron, al pie de la letra, la frase del político y diplomático británico Lord Palmerston: “Inglaterra no tiene amigos permanentes ni enemigos permanentes. Inglaterra tiene intereses permanentes”
Esto es lo mismo que ha hecho la Republica Dominicana casi 40 años después que los Estados Unidos lo hiciera. Abrir las relaciones con China, un país que tiene una población dos veces mayor que toda la Unión Europea. Con un extraordinario potencial, para poder colocar nuestros productos, principalmente agropecuarios y seguir expandiendo el buque insignia de este gobierno, el turismo.
En la actualidad, China es el mayor emisor de turismo del mundo y los que más gastan. El año pasado, 83 millones de chinos gastaron $102.000 millones en ese renglón.
De ser un país comunista, con muchísimas restricciones y carestías, se han movido, en pocos años, hacia el capitalismo, al punto que, según una investigación de Credit Suisse, la clase media en China es ahora la más grande del mundo, y crece mucho más rápido que la de Estados Unidos.
Según prevé un informe de la Unidad de Inteligencia de la prestigiosa revista The Economist, en el 2030 se calcula que unos 480 millones de chinos formarán parte de la clase media. ¡Mucho más que toda la población de los Estados Unidos!
Un informe hecho por PricewaterhouseCoopers encontró que un nuevo multimillonario se creaba casi cada semana en China en el primer cuarto del año.
Esto fue lo que vieron los Estados Unidos de Norteamérica hace 39 años.
Eso es lo que están viendo los latinoamericanos en estos momentos.
De aquellas naciones que en el año 1971 votaron en contra de incluir a la china en la ONU, para plegarse a las directrices de los gringos, solo Paraguay en Sur América y Honduras, Guatemala e increíblemente Nicaragua en América Central, no han establecido aún relaciones con la República Popular China. Aunque es cuestión de tiempo para que esto suceda.
De hecho, Nicaragua, aunque de manera sui generis, mantiene conversaciones con el gobierno chino sobre unas grandes inversiones a efectuarse en la tierra de Sandino, principalmente sobre un canal interoceánico. Similar al panameño.
A pesar de los refunfuños del norte revuelto y brutal que nos desprecia, como dijo Martí, los países latinos americanos están en una situación de “ganar ganar”, pues los Estados Unidos no se van a arriesgar a cortar los lazos que los unen, pues eso sería ponerlos en las ávidas manos chinas.
Todo lo contrario, los gringos están forzados a incrementar su presencia en el área y a mejorar las condiciones del intercambio comercial.
Pues, aunque no lo parezca, los chinos tienen los ojos bien abiertos.
Carlos McCoy
Septiembre 2018
