Los dominicanos estamos muy mal. Sumamente mal. La corrupción campea por sus fueros. Como maligno cáncer ha hecho metástasis y se ha extendido por casi todo el cuerpo gubernamental. los altos precios de la canasta básica no se pueden alcanzar aunque se utilicen escaleras de bomberos, la inseguridad se siente entre los huesos y no hay lugar seguro ni aun en su propio hogar, la escasez de una gran variedad de productos es la regla, no la excepción, la invasión haitiana a ojos vista nos arropa y, posiblemente, cumpliendo acuerdos internacionales, la quieren legalizar otorgándoles carnés violando las leyes dominicanas.
Cada día vemos un Estado con un manejo errático del gobierno. Cuando no es metiendo la reversa en unos, dando marcha atrás a descabellados proyectos y en otros acelerando de una manera tan irresponsable, que poco ha faltado para que nos precipitemos por las barrancas de las improvisaciones. Seguimos poniendo el capitalismo salvaje por encima de la salud. En estas condiciones de pandemia, hemos abierto de par en par, las puertas de la nación al turismo, sin ningún tipo de control y los casos del coronavirus han llegado a niveles alarmantes.
Mientras esto sucede con los extranjeros que nos visitan, a los dominicanos se le quiere poner una camisa de fuerza con controles y requerimientos que no tienen lógica como es obligar al pueblo a ponerse una tercera dosis de la vacuna anti-COVID, cuando aún no se han puesto la segunda. De verdad nos gustaría saber cuál sería el método para lograr esto.
Gracias a Dios no nos encontramos en el infierno. A ese lugar se va a sufrir eternamente. Nosotros, dentro de este gran sufrimiento, podríamos decir que estamos cumpliendo una penitencia por habernos portado mal, votando por el llamado cambio, dejando la ruta del bienestar y el progreso, cometiendo un pecado, que, por suerte, no fue mortal sino venial y como escarmiento, nos enviaron al purgatorio.
Una penitencia de cuatro largos años que la hemos sentido como si fuera una cadena perpetua. Sentimos estar en el fuego eterno. Pero no, no estamos en el averno, de donde no se sale jamás.
Nosotros tenemos una gran oportunidad de salir de este castigo. Pues En el 2024 con el voto mayoritario a favor del Partido de la Liberación Dominicana, recuperaremos nuestra libertad y volveremos al cielo morado. Veremos en el firmamento la brillante estrella amarilla que nos guiará hacia el pesebre donde renacerá la esperanza y nos mostrará de nuevo el camino al paraíso, al Edén. De donde nunca debimos haber salido.