Un abarrotado Auditorio Nacional de la capital mexicana cayó hoy a los pies del cantautor español Joaquín Sabina en el primer concierto de una gira para presentar su último disco, “Lo niego todo”.
“Empezamos aquí porque este es el templo de la canción en América Latina, nuestra casa”, dijo Sabina vestido con un traje morado y sombrero negro que más adelante cambiaría conforme avanzaba el concierto de 19 piezas que mantuvieron en vilo a los diez mil mexicanos que llenaron el recinto.
Comenzó Sabina el concierto de pie con la joya que da nombre al disco, “Lo niego todo”, cuya letra pretende desmoronar mitos alrededor de la vida revuelta del artista, algunos de ellos echados a andar por los medios, como el del “Dylan español” o el “profeta del vicio”.
De corrido cantó Sabina, a veces sentado, siete de las 12 propuestas del disco; en la sexta, “Lágrimas de mármol”, alborotó al público, que lo acompañó como si se tratará de una canción vieja y no de una recién estrenada para rendir homenaje al Premio Nobel de literatura Gabriel García Márquez y al Cervantes español José Manuel Caballero Bonald.
Pancho Varona, uno de sus músicos de más antigüedad, lo acompañó en el escenario y en la siguiente, “Las noches de domingo acaban mal”, invitó al guitarrista Jaime Azúa, con quien cerró la primera parte de la actuación.
Después de presentar a sus músicos, los de siempre más la debutante Laura Gómez en el bajo, Sabina recordó las muertes del poeta argentino Juan Gelman y del escritor colombiano Gabriel García Márquez, ambas en 2014.
“La última vez le pregunté al Gabo cómo estaba y me dijo que hacía tiempo no se hacía caso; eso me pareció una frase para una canción”, dijo y dio paso a la vocalista Mara Barros, quien mostró su “chorro de voz” con una letra de Sabina a propósito de la afirmación del autor de “Cien años de soledad”.
Joaquín siguió con su homenaje a amigos que se fueron con la conocida “Por el bulevar de los sueños rotos”, dedicada a la irreverente Chavela Vargas y dejó que el público coreara la parte de “…como llora Chavela…” mientras él callaba.
Aunque es más reconocido por su aliento poético, el cantautor de 68 años no desentonó con su voz y, en una especie de estira y afloja, a veces cantó piezas lentas como “Peces de ciudad” y en otras alborotó a sus seguidores como en “19 días y 500 noches”.
“La Magdalena” la entonó con Mara Barros, que sacó su lado sensual. Como un tenista cambia de raqueta, Sabina sustituyó su guitarra para “Medias negras”, y regresó a la primera para, de nueva cuenta, ‘calentar’ a sus fieles con “Princesa”.
Después de 87 minutos, Sabina se despidió cortés, pero se sabía que era una finta. Dejó a su amigo Azúa cantar “A las seis de la mañana” y regresó para presentar “Noche de bodas”, que provocó que parejas de enamorados saltaran el orden y bailaran en los pasillos con besos incluidos.
Con “Y nos dieron las diez”, otro de sus clásicos, puso a los asistentes a cantar, y “Con amores que matan” se lució con los mexicanos al cambiar la frase “muchacha de ojos tristes” por “chilanga de ojos tristes”, que caló hondo en los ya extasiados asistentes al templo.
Sabina cerró con “Pastillas para no soñar” la primera de sus presentaciones en una gira que incluirá otros tres conciertos en la Ciudad de México hasta el último domingo de este mes, otros en Guadalajara, Monterrey y Puebla, para luego cantar en el Reino Unido, España, Francia, Ecuador, Perú, Chile y Argentina.