POR GUILLERMO MORENO |
El modelo de “desarrollo” peledeísta, su principal característica, es, pues, su capacidad para concentrar la riqueza, reproduciendo la pobreza y profundizando la desigualdad.
El tema del desarrollo económico-social es de permanente controversia. Pero hay varias verdades que parecen irrefutables. Una de ellas es de perogrullo: Ningún país puede alcanzar el desarrollo sin el crecimiento sostenido de su economía. Otra: El desarrollo requiere que ese crecimiento se traduzca en una distribución cada vez más equitativa de la riqueza social que mejore las condiciones de vida de la gente y disminuya progresivamente la desigualdad.
Rebasado estos dos puntos, la discusión sobre el desarrollo se convierte en una torre de babel y cada país habla su propio idioma.
La RD es un ejemplo, en donde, el partido que nos gobierna, por más de 16 años, difunde las virtudes de su modelo de “desarrollo”.
Claro, para buscar las características del “modelo”, no puede irse a los programas de gobierno ofertados por el PLD, ni a la formulación constitucional del país como “un Estado Social y Democrático de Derecho” y, mucho menos, a la rimbombante ley que define la “Estrategia Nacional de Desarrollo”. Esos son pedazos de papel embadurnados de tinta, que nada tienen que ver con la realidad. El modelo peledeísta de “desarrollo” lo encontramos siguiendo los hilos de las prácticas concretas de sus gobiernos.
Lo primero es que el modelo de “desarrollo” del PLD es de orientación neoliberal. Esa característica quedó establecida desde el primer gobierno, en el 1996, con la venta “a precio de vaca muerta” de las empresas del Estado, patrimonio del pueblo dominicano. Los dos casos más relevantes de la piñata peledeísta fue lo hecho con la Corporación Dominicana de Electricidad y los ingenios y tierras del Consejo Estatal del Azúcar.
Luego le siguió el proceso de privatización de los servicios. Los gobiernos peledeístas han convertido en mercancías muchos de los derechos fundamentales. Por eso, para cualquier ciudadano acceder a un sistema de salud o educativo de calidad, tiene que pagar por ellos. Igual hizo con la seguridad social, traspasándola al sector financiero.
El modelo peledeísta de “desarrollo” se ha basado en la promoción del consumo, los servicios y las importaciones; en la entrega a transnacionales, en condiciones leoninas, de nuestros recursos naturales, especialmente en el sector minero, dejando un gran pasivo ambiental; en la integración a esquemas de libre comercio, sin tomar medidas para preservar la producción nacional, llevándola a la quiebra, y por un proceso de endeudamiento público que ha multiplicado en un 600% la deuda externa, representando hoy el 50% de la PBI.
En el modelo de “desarrollo” peledeísta, el crecimiento de la economía no genera trabajo decente y mantiene una tasa de desempleo de un 15% y el salario real tiene el mismo poder adquisitivo que en el 1991. Además, se sostiene en una economía con un 65% de informalidad. En este “modelo”, mientras, oficialmente, la canasta familiar básica es de RD$27,968, el 80% de los asalariados formales ganan RD$25,000 o menos y, dentro de éstos, el 42% gana menos de RD$10,000.00 y el 22% menos de RD$15,000.00.
Para una mejor comprensión del “modelo”, hay que citar dos factores de gran incidencia en la economía del país. Uno: El ingreso anual de unos 5 mil millones de dólares, un 6% y 7% PIB, enviado en remesas –¡ah paradoja!–por los exiliados económicos que el “modelo” expulsa por el mundo entero. Dos: el aporte del narcotráfico a la economía, aún no cuantificado, que ha contado con complicidades de sectores oficiales que le ha facilitado protección para operaciones de lavado y una economía “subterránea” que a la vista de todos se expresa en plazas, construcciones y muchas otras actividades.
La descripción del modelo peledeista no estaría completo sin mencionar los altos niveles de corrupción e impunidad que tiene como correlato una muy precaria institucionalidad y seguridad jurídicas, absoluta impunidad, competencia desleal, sobornos y prácticas monopólicas, entre otras.
El modelo de “desarrollo” peledeísta, su principal característica, es, pues, su capacidad para concentrar la riqueza, reproduciendo la pobreza y profundizando la desigualdad. Por eso, luego de sus cuatro gobiernos, en la RD, coexisten en paralelo, tres sociedades bien diferenciadas. Una fracción oligárquica que tiene el control de la economía y del poder político, que ve en la República un solar conocido, propicio para su acumulación de riqueza, pero que no cree en el proyecto nacional; una reducida clase media que con su trabajo, talento y esfuerzo cotidiano, a duras penas alcanza para sí y los suyos condiciones aceptables de existencia material y espiritual y, la inmensa mayoría de la nación, integrada por trabajadores con salarios de miseria, desempleados, chiriperos y excluidos sociales, viviendo en la pobreza y la pobreza extrema. Con este resultado, ya en su quinto gobierno, es evidente el fracaso del PLD.
Pero, un país de la periferia, como la RD, ¿tiene reales posibilidades para impulsar un modelo de desarrollo integral y con equidad social? ¿Cuál es entonces la alternativa al fracasado “modelo” impuesto por el PLD? De la respuesta a esas interrogantes nos ocuparemos en una próxima entrega.