Eso le preguntaron a una mujer americana, después de la tragedia de Siria. Lo mismo nos preguntamos después del 11 M, el Tsunami, los niños ahogados, el terrorismo fanático etc. La mujer contestó: “hemos echado a Dios de la vida pública y privada. Nos dijeron que no se debía rezar en la escuela e hicimos caso. Nos dijeron que la religión era un asunto estrictamente privado. Que había que bautizar a los niños cuando ellos lo pidieran. Que no podíamos prohibir casi nada a los niños, que en la escuela no se debía castigar.”
Y, continúa “Lo echamos de las Constituciones, de las calles. Que no se confesaran de sus pequeños pecadillos, se traumatizarían, mejor el sicólogo. Incluso algunos echaron a Dios de las Iglesias quitando los sagrarios”.
Y es que Dios es tan caballero y nos toma tan en serio que no le gusta estar donde no se le quiere. Dejamos de jurar, que es poner a Dios por testigo (Scarlett Ohara), y lo hicimos por nuestro honor. No hay culpa de nadie, la culpa es del sistema, de la sociedad, de las estructuras de poder.
Nos dijeron que los chicos podían disfrutar lo que quisieran del sexo y si había embarazo inventamos la píldora del día después y el aborto sin consentimiento de los padres. Les dimos juegos violentos, el sexo no era para tanto, ellos distinguen, la música satánica está bien, ellos saben distinguir. El divorcio era necesario y ahora más fácil que darse de baja de una línea de ADSL.
Y ahora cuando truena, nos preguntamos y dónde estás? Veo chicos drogados con 18 años que empezaron a los doce y dicen que han perdido su juventud. Si queremos a Dios en nuestras vidas hay que llamarle de nuevo. Pero tranquilos, Dios dice “aunque tu madre se olvidara de ti yo no”. En cualquier caso da que pensar.
Valentín Abelenda Carrillo