A pesar de que el hombre desobedece, haciendo mal uso de la libertad que Dios le dio al crearlo, la voluntad de Dios sistemáticamente y que este permite o envía catástrofes se puede llegar a pensar que Dios se venga. La idea de un Dios vengador es falsa, es una herejía y contraria a lo que Jesús nos ha revelado. El mal que hay en el mundo no es un desquite de Dios, simplemente es consecuencia de la equivocada gestión de la libertad humana.
Dios no se venga, es un contrasentido pensar que Dios sea así; es más, al hombre perdido y a la humanidad pecadora Dios le ofrece la posibilidad de arrepentirse y de corregirse: Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. El milagro del amor de Dios también está aquí.
Lejos de constituir un problema más, Dios es el único horizonte dentro del cual se entrevé la solución al enigma del dolor. Solo la fe, aunque pequeña y atormentada, abre a la esperanza: “Creemos firmemente que Dios es el Señor del mundo y de la historia.
Pero los caminos de su providencia nos son con frecuencia desconocidos. Sólo al final, cuando tenga fin nuestro conocimiento parcial, cuando veamos a Dios “cara a cara” (1 Co 13, 12), nos serán plenamente conocidos los caminos por los cuales, incluso a través de los dramas del mal y del pecado, Dios habrá conducido su creación hasta el reposo de ese Sabbat (Gn 2, 2) definitivo, en vista del cual creó el cielo y la tierra” (Catecismo, 314).
Enric Barrull Casals