Por Hillary Clinton |
La semana pasada, la Junta de Supervisión Fiscal de Puerto Rico se reunió por primera vez para tratar un desafío económico serio y urgente. A lo largo de la última década, la economía de la Isla se ha reducido en al menos un 10% y los pronósticos muestran mayores caídas por venir. Demasiadas escuelas están en crisis e incluso cerrando. Y casi una de cada 10 personas se ha mudado a la Florida. Es por eso que resulta importante que la próxima persona que asuma la Presidencia tenga una visión específica y realista para poner a Puerto Rico en un camino de estabilidad y prosperidad.
Mi visión para la Isla haría exactamente eso.
Primero, a medida que la ley ‘PROMESA’ es implementada, debemos asegurar que los intereses del pueblo de Puerto Rico estén protegidos por encima de las ganancias de los fondos especulativos. Los funcionarios federales deben respetar el gobierno propio de Puerto Rico mientras las leyes sean implementadas y mientras el presupuesto y la deuda de Puerto Rico sean reestructurados. Necesitamos una estrategia de recuperación que promueva el crecimiento, no más austeridad. Trabajando juntos podemos proteger el sistema de salud, las pensiones, los salarios y el bienestar de los puertorriqueños.
Segundo, debemos reconocer que la crisis presupuestaria es tan sólo una pieza del rompecabezas. El trato inconsistente de Puerto Rico por parte del gobierno federal ha sido un factor determinante de su declive económico. Algunos programas lo consideran un estado de segunda categoría. Otros ni siquiera lo reconocen como parte de los Estados Unidos. Este trato incoherente no tiene sentido y me he comprometido a garantizar que los puertorriqueños sean tratados con igualdad.
El plan Clinton-Kaine incentivará a las empresas para crear empleos en Puerto Rico. Nos hemos comprometido a la mayor inversión de infraestructura en generaciones, que pondrá a muchas personas a trabajar en términos de mejoras de carreteras y puentes a lo largo y ancho de las islas. Nos aseguraremos que los puertorriqueños sean tratados con igualdad en Medicare, Medicaid y otros programas que benefician a las familias. Y haremos que programas como el Crédito Contributivo por Niños (Child Tax Credit) y el Crédito Contributivo por Ingresos Devengados (Earned Income Tax Credit) estén disponibles a todos los trabajadores de bajos ingresos, los ancianos y los discapacitados.
Tercero, debemos hacer todo lo posible para resolver el estatus político de Puerto Rico. Los puertorriqueños son orgullosos ciudadanos estadounidenses quienes han sacrificado mucho por el país y merecen tener una voz sobre las leyes que los gobiernan. Pondré todo mi empeño en trabajar con el pueblo de Puerto Rico y con los defensores de todas las vertientes para responder a la pregunta fundamental sobre su estatus político. Dependerá del pueblo de Puerto Rico decidir su futuro y me comprometo a apoyar su decisión. Un proceso para resolver el estatus legal de Puerto Rico debe ser justo y consistente con la Constitución y las leyes de los Estados Unidos; y la decisión debería tomarse mediante voto mayoritario. Apoyaré cualquier proceso que cumpla con estos requisitos, tal como una votación estadidad sí o no. Es tiempo de cerrar este asunto. Además, todos los ciudadanos estadounidenses, no importa dónde vivan, deberían tener el derecho de votar en las elecciones para escoger al presidente de los Estados Unidos.
Desde la primera vez que pisé suelo boricua, me ha fascinado el tiempo que he estado en Puerto Rico. Como Primera Dama anuncié en Luquillo un conjunto de ayudas federales y trabajé para asegurarme que Puerto Rico se recuperara del huracán Georges. Como senadora de Nueva York representé orgullosamente a muchos puertorriqueños. Copatrociné legislación para un plebiscito avalado por el Gobierno Federal sobre el estatus territorial y argumenté a favor de tratar a los puertorriqueños con igualdad bajo el programa de Crédito Contributivo por Niños (Child Tax Credit). Y como secretaria de Estado trabajé para abrir la oficina federal de pasaporte en Puerto Rico.
Donald Trump no tiene ningún plan para Puerto Rico. Ni siquiera parece entender lo que está en juego. Aún cuando se llama a sí mismo el ‘Rey de la Deuda’ y sus propias compañías se han declarado en quiebra en múltiples ocasiones, su única respuesta a los puertorriqueños es “yo no los salvaría”.
Esa indiferencia despiadada no solamente es hipócrita, sino que también constituye una terrible política pública. Los puertorriqueños necesitan un presidente con un enfoque inteligente e integral para mejorar su situación financiera, alguien que haya seguido su situación por años y a quien le preocupe profundamente el futuro de la Isla.
Los puertorriqueños sólo quieren lo que cualquier otro estadounidense quiere: una oportunidad justa de tener éxito y la oportunidad de ayudar a que sus hijos puedan desarrollar el potencial que Dios les ha dado.
Como presidenta, haré todo lo que pueda para darles esa oportunidad.