Donald Trump sigue difundiendo la noción de que la elección por la presidencia podría estar amañada. Se desconoce si él no comprende el daño potencial de sus palabras —o simplemente no le importa.
La afirmación de Trump —planteada sin evidencia— socava la esencia de la democracia estadounidense, la idea de que las elecciones del país son tanto libres como justas, con el derrotado pacíficamente abriéndole el paso al vencedor. Sus repetidas aseveraciones están generando sospechas entre sus más apasionados seguidores, lo que aumenta la posibilidad de que millones de personas no acepten los resultados del 8 de noviembre en caso que Trump no gane.
Las responsabilidades del magnate de Nueva York en tal situación son mínimas. Trump no tiene un cargo público y ha dicho que él simplemente regresará a su “muy buen estilo de vida” si pierde.
En vez de eso, sería la demócrata Hillary Clinton y los congresistas republicanos —en caso de que ganen— quienes tendrían que tratar de gobernar un país dividido no sólo por la ideología, sino además por la legitimidad de la presidencia.
Mientras la campaña de Trump transita de crisis en crisis, el candidato republicano sigue propagando sus acusaciones sin fundamentos de que Clinton, sus partidarios y los medios están conspirando para robarse la elección. Ha acusado a Clinton de reunirse con potencias financieras mundiales para “tramar la destrucción de la soberanía de Estados Unidos” y argumenta que a su contrincante ni siquiera se le debería haber permitido buscar la presidencia.
“Hillary Clinton debió ser enjuiciada y debería estar en prisión”, escribió Trump el sábado por la mañana en su cuenta de Twitter. “En vez de eso, ella contiende por la presidencia en lo que parece ser una elección amañada”.
Trump se refiere al uso de Clinton de un sistema de correo electrónico privado mientras fungía como secretaria de Estado. Los republicanos (y algunos demócratas) han criticado duramente su decisión, pero el FBI no recomendó que alguien enfrente cargos penales por su uso de una cuenta personal de correo electrónico en un servidor personal.
Trump sólo ha ofrecido afirmaciones muy generales sobre un posible fraude electoral y en su queja de que las mujeres que recientemente han sostenido que él las abordó sexualmente son parte de un esfuerzo para manchar su campaña.
“Es una gran mentira, es un gran amaño”, afirmó Trump en un acto de campaña el viernes en North Carolina. “Y lo único que digo es que ojalá, ojalá que nuestro movimiento patriota supere esta terrible decepción”.
Los seguidores de Trump parecen tomar sus reclamos en serio. Sólo cerca de un tercio de los votantes republicanos dicen que tiene mucha confianza o algo de confianza en que los votos de la elección por la presidencia serán contados con imparcialidad, de acuerdo con un reciente sondeo de The Associated Press y el Centro NORC de Investigación de Asuntos Públicos.
Durante un acto de campaña el martes con el compañero de fórmula de Trump, Mike Pence, una electora se dijo profundamente preocupada sobre el fraude electoral y prometió estar “lista para una revolución” si Clinton gana.
“No diga eso”, respondió Pence, rechazando el lamento de la mujer.
No existe evidencia de que un fraude electoral sea un problema generalizado en Estados Unidos. Un estudio de un profesor de la Facultad de Derecho Loyola reveló que de 1.000 millones de votos emitidos en todas las elecciones estadounidenses entre 2000 y 2014, sólo hubo 31 casos conocidos de fraude por suplantación de personalidad.
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Julie Pace
An AP News Analysis