Sunday, November 24, 2024
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¿Opera la costa nostra en Venezuela?

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En la edición anterior nos adentramos en el mundo de las mafias de boletos aéreos. De manera ligera recorrimos algunos métodos y repasamos algunos casos en los que somos víctimas o servimos de promotores de esta práctica, cada vez más común en nuestro país.

Para nuestro pesar, existen un sinfín de mafias en nuestro sector, muchas para mi gusto, pero cerrare este ciclo “por ahora”, hablando de las Mafias de Mesoneros. Estos grupos se atrincheran en las hermosas playas de nuestra geografía y se enquistan afectando tanto a prestadores de servicio turístico como a propios y visitantes.

Muchos prestadores de servicio turístico que laboran en nuestras únicas y hermosas playas, generalmente operan dichos establecimientos de manera familiar. Entre algunas tías, hermanos y sobrinos llevan a cabo un festín de pescados y mariscos con sazón alegre y singulares presentaciones, que conquistan paladares a su antojo. Todo suena muy bien hasta este punto, ¿verdad? De hecho provoca ir a la playa y desconectarse de tanto ruido, tantas malas noticias, tanto desgaste en nuestra vida diaria.

“Nuestra legislación necesita ser coherente con las necesidades del sector turístico”

La competencia y crisis son los factores a los que atribuyo los orígenes de las mafias de Mesoneros, pero el detonante principal, como en muchos casos, es: “la viveza criolla”.

Resulta que en algunos establecimientos de alimentos y bebidas, los integrantes más jóvenes del grupo familiar iniciaron una suerte de juego o competencia, que en resumidas cuentas pretendía aumentar las ventas de estos negocios. Muy habilidosos, recorren cada toldo de la franja playera ofreciendo y mostrando los platos que tienen a su disposición. Una vez escrita la comanda, este joven mesonero se dirige al local, a realizar el pedido de su orden, para despacharlo posteriormente.

En mi opinión, la competencia y crisis dan origen a las mafias de mesoneros

Con el paso del tiempo, estos mesoneros fueron multiplicándose. Los dueños de negocios veían como ágilmente aumentaban sus ventas y entre aquellos jóvenes se vislumbraba una sana y jocosa competencia que se sustentaba básicamente en quien vendía más. Los locales al ver el auge en las ventas fueron incorporando a sus filas a más y más mesoneros, los cuales mutaron, si, mutaron sus servicios hasta extremos que detallo de manera breve:

Llega usted a la playa, bien sea en carro particular o a pie, y es recibido por una manada de chamos que le hacen señas dignas de equipos de beisbol o maras centroamericanas, súper complicadas de entender. En ese momento, muchos no saben si dar la vuelta y regresar o, dejarse llevar por la horda de bienvenida. Luego de ubicarlo en un puesto de “estacionamiento”, le ofrecen toldos, mesas, sillas, toallas, raquetas, resorts, paquetes, combos, le llevan la cava y hasta le cargan las sillas. Lo hacen sentir hasta importante. Pasa que una vez que ha tomado posesión del espacio junto a sus familiares o amigos, cae en cuenta que ha desembolsado una suma de dinero considerable solo por ocupar un área de la playa que, es libre y gratuita.

Estos jóvenes anteriormente pertenecían a la plantilla de empleados de los locales, ofrecían alimentos y bebidas a los visitantes, pero decidieron dejar a una las propinas y comisiones que recibían como incentivo por parte de los dueños de estos establecimientos y ajustaron las tarifas de los platos y servicios a su conveniencia que de boca de algunos prestadores de servicio -y vivido por este servidor- han autoimpuesto precios que superan hasta 100% del costo del producto, ganando así, más que los restaurantes playeros.

bw-turismo2Con este desarrollado poder adquisitivo, ningún mesonero cede espacios a la competencia. Es receloso de su ubicación, de sus puestos de estacionamiento, de sus toldos en la playa y servicios adicionales que ofrece a los visitantes. Los restaurantes y kioscos por su parte, entran en la diatriba de no tener quien ofrezca sus productos de manera oportuna vs. aceptar que estos personajes ganen más dinero que ellos, solo por el trámite de la venta final.

Los restaurantes y kioscos entran en la diatriba de aceptar a estos personajes, solo por el trámite de la venta final

Pero, ¿a quién corresponde limitar dichas actividades poco sanas para el sector? Muchos actores confluyen en este espacio, pero los principales son el Instituto Nacional de Espacios Acuáticos (INEA), y las alcaldías de la zona. Son estas instituciones, los responsables de otorgar los permisos de kioscos, restaurantes y las personas que laboran en nuestras costas.
En las playas de nuestro país, se suelen crear asociaciones civiles, cooperativas y demás figuras jurídicas, para organizar y ordenas a estos grupos de prestadores de servicio. Algunas, muy eficientes e inteligentes, limitan la actividad de los mesoneros o, incluso, la restringen en su totalidad a fin de evitar que los susodichos tomen eventualmente el control de la franja costera.

La crisis económica latente y persistente que enfrentamos, sumada a estas prácticas, hace mella en el disfrute de la playa en familia. La inversión que un grupo de 5 personas puede invertir es superior a dos y hasta tres veces el salario mínimo venezolano tan solo por disfrutar un día.

¿A quién corresponde limitar dichas actividades poco sanas para el sector?

Si bien las asociaciones luchan por anular el rango de acción de estas mafias en los espacios que lideran, en ocasiones, el número de individuos que la conforma supera en número a los dueños de negocios que se ven coaccionados y con temor a ser víctimas de represalias, lo que los mantiene a flote.

En calidad de turistas o visitantes, poco podemos hacer para revertir esa situación. Son las autoridades nacionales y locales a quien corresponde atender estos casos y encauzar todo aquello que perturbe el desarrollo de una industria sana, llena de oportunidades y con mucho camino por recorrer. Nuestra legislación necesita una dosis de realidad de alta proporción, necesita conectarse con la realidad de nuestro sector, necesita conocer y vivir de la mano de los afectados cuál es la realidad, necesita aterrizar, necesita en conclusión, ser coherente con las necesidades del sector turístico.

La capacitación y la formación es necesaria para sopesar este mal, pero mientras no tomemos conciencia de las oportunidades que nos ofrece la industria turística y le demos el respeto que esta merece, es poco probable que podamos superar y acabar con estas mafias turísticas ¡Ojo Pelao´!

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