Manuel Díaz Aponte |
Tony Blair era primer ministro de Gran Bretaña cuando junto a George W. Bush entonces presidente de Estados Unidos, promovieron, alentaron, auspiciaron y decretaron la invasión a Irak. Un verdadero genocidio.
Ahora ambos reconocen que fue un”error” propiciar ese conflicto que mató a cerca de trescientas mil personas, tirando al zafacón todas las iniciativas de diálogos que trató de establecer la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Aunque el primero ha sido más “sincero” al “disculparse y pedir perdón” por las secuelas destructivas que igualmente mutilaron a miles de personas entre militares y civiles, el segundo ha dicho que “ahora el mundo es más seguro”.
El cinismo exhibido por Tony Blair al pretender disculparse por la invasión y destrucción de Irak jamás lo librará junto a los Bush de la condena de la historia y cargarán para siempre en sus espaldas con el gran peso de auspiciar la desestabilización del mundo.
George Bush padre fue el primero en intentar derrocar al régimen de Saddam Hussein, lanzando el 17 de enero del 1991 un ataque aéreo sobre la ciudad de Bagdad, capital de Irak, denominado “operación tormenta del desierto”.
La guerra de Irak que condujo al derrocamiento y ahorcamiento del presidente Hussein el 30 de diciembre del 2006 no podrá ser jamás justificada, pese al extraordinario ejercicio de manipulación de las estructuras mediáticas occidentales.
Una corte iraquí dispuso que Hussein fuera ahorcado por crimines contra la humanidad y su responsabilidad en la muerte de 148 personas en la localidad de Dujail en 1982.
Las tropas lideradas por Norteamérica y Gran Bretaña tras su invasión, crearon las condiciones para la desestabilización interna de Irak y el posterior asesinato de su dictador. En ese escenario propiciaron la muerte de dos de sus hijos, funcionarios de su gobierno así como el saqueo de palacios, monumentos, incluidas reliquias históricas y patrimonios culturales de la humanidad en el museo de babilonia y cargaron con millones en dólares depositados en bancos, cajas fuertes y toneladas de petróleo extraído de los inmensos pozos petroleros del medio oriente.
Ha sido una de las coaliciones bélicas más poderosas que registra la historia contemporánea con la inauguración de sofisticadas armas nucleares y convencionales así como la movilización de soldados de prácticamente de todo el mundo, incluida República Dominicana.
La guerra más publicitada y transmitida en vivo por las principales cadenas televisivas estadounidenses convirtiéndose así más que en una sangrienta lucha y matanza de seres humanos y de destrucción, en un espectáculo televisivo. Una especie de la segunda versión de la guerra de las galaxias.
Todavía la cadena CNN en español recrea en uno de sus Bumpers de su programación, imágenes del formidable y despiadado bombardeo aéreo de las tropas aliadas contra los cielos de Bagdad.
Se estima que murieron cerca de cuatro mil soldados iraquíes y más de dos mil de las tropas estadounidenses, sin incluir a miles de civiles, entre ellos, niños y ancianos. Hay centenares de combatientes en Estados Unidos en sillas de ruedas, sordos, ciegos y otros depresivos como consecuencia de ese conflicto que acaparó la atención mundial.
¿Qué lograron?
Fomentar un monstruo cien mil veces más cruento y despiadado que el presidente iraquí, Saddam Hussein.
ISIS y Al Qaeda han provocado más muertes, destrucciones y terror en Irak y en distintos países del mundo que todas las bellaquerías promovidas por el régimen de Hussein.
Hasta Donald Trump ha dicho que “Saddam Hussein era bueno matando terroristas”, admitiendo de esa manera que había más estabilidad en el Medio Oriente y el mundo cuando el temido tirano ostentaba el poder.
La mayoría de los expertos y agencias de seguridad estadounidenses han reconocidos que fue “precipitada y errada” la guerra impulsada contra Irak por Estados Unidos, Gran Bretaña, España, Portugal, Australia y Polonia.
Y se cuestiona que no hubo un plan alternativo para que la sociedad iraquí se reorganizara y superara la terrible pesadilla de ver caer a una estructura dictatorial tan centrista y caracterizada por el culto a la personalidad.
Un informe oficial difundido recientemente en Inglaterra asegura que el gobierno del Reino Unido invadió Irak “sin agotar todas las opciones pacíficas” que estaba sugiriendo la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Las armas químicas… ¿Dónde están?
John Chilcot, quien presidió un equipo de investigación que analizó el comportamiento del gobierno británico previo al conflicto armado, asegura que nunca se pudo comprobar las supuestas armas químicas en manos del régimen iraquí.
La investigación concluye que Estados Unidos y Reino Unido socavaron la autoridad del Consejo de Seguridad de la ONU, porque presionaron para la acción militar cuando las alternativas de resolución sin recurrir a la fuerza no se habían agotado.
“La acción militar no era el último recurso”. “Se subestimaron las consecuencias y se fracasó en lograr los objetivos establecidos”, ha añadido el estudio que coordinó Chilcot.
En realidad, y pese a que George W. Bush dice que “vivimos ahora más seguros”, los terroristas a la cabeza de ISIS no dejan a los países occidentales en paz y siguen perpetrando destrucciones y muertes masivas en el mundo.
En el 2007 Alan Greenspan, ex presidente del banco central estadounidense (la Reserva Federal), aseguró en su libro de memorias que el verdadero motivo para invadir Irak no eran las razones expresadas públicamente relativas a las supuestas armas de destrucción masiva y acabar con la supuesta relación entre el gobierno iraquí y la organización guerrillera Al Qaeda.
El Oro Negro
Greenspan afirma que el objetivo del conflicto armado era controlar las reservas de petróleo y evitar que la Unión Europea o potencias emergentes como la República Popular China e India se aproximaran a las gigantescas reservas petroleras existentes en el territorio de Irak.
Es decir, que el propósito de Estados Unidos y Gran Bretaña de ejecutar y patrocinar el derrumbamiento del régimen de Saddam Hussein era simplemente tener el petróleo ajeno en sus manos.
La historia juzgará debidamente tantas mentiras y falsedades enarboladas por las potencias que controlan el mundo con el único interés de ocasionar daños y alcanzar mayor poder.