Hubo consenso a nivel mundial sobre la catástrofe económica que produciría de manera instantánea la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Por tal motivo, fue una sorpresa la votación de los británicos a favor de retirarse, pero no lo fue las consecuencias.
Los únicos que no parecen haber entendido la dimensión del desastre que se cierne sobre la población británica son el eurodiputado Nigel Farage, el miembro del Parlamento Inglés, Alexander Boris Johnson y sus fanáticos seguidores.
La agencia Standard & Poor (S&P) acaba de bajar la calificación de la deuda británica de una nota máxima de AAA, un estatus muy difícil de alcanzar, a solo AA. Las mismas autoridades inglesas han colocado su nivel de crecimiento para el año actual en 2%. Esto es 0.4% menos que el estimado que se tenía y con el agravante de una tendencia hacia la baja.
Ante la incertidumbre, los británicos comenzaron, no precisamente a ahorrar, sino, a gastar menos. Creando un efecto dominó económico que ha arrastrado líneas aéreas, restaurantes, teatros, en fin, todo lo que signifique un gasto que no sea absolutamente necesario.
Ya se ha convertido en más que un rumor, las voces pidiendo otro referendo, pues muchos de los que votaron a favor de abandonar la Unión Europea, hoy confiesan que se equivocaron. Que no calcularon el volumen de los perjuicios que se le estaba haciendo a la nación.
Otros, como el diputado del Partido Laborista Británico, David Lammy, le han pedido al Parlamento Ingles cancelar los resultados del pasado referendo y permanecer en la Unión Europea. Alega el diputado que el referendo fue consultivo, no vinculante y que el Parlamento es soberano. Por lo que legalmente puede hacerlo.
En su cuenta de Twitter escribió; “¡Despiértense! No debemos salir. Podemos parar esta locura y poner fin a esta pesadilla a través de una votación en el Parlamento” “No debemos destruir nuestra economía debido a la mentira y arrogancia de Boris Johnson”, refiriéndose al exalcalde de Londres y uno de los líderes de la campaña a favor de la salida de la UE.
En respuesta, el Primer Ministro David Cameron, en una acción que algunos califican como irresponsable, dijo ante el Parlamento Británico, que no iniciaría conversaciones sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea, pues como ya anunció su renuncia a partir de primero de octubre, él le va a dejar esa tarea al nuevo Ministro.
Para complicar más las cosas, los defensores del brexit, liderados por el eurodiputado Nigel Farage, han encaminado la lucha por senderos ultranacionalistas y xenófobos. En distintas partes del Reino Unido ya ha habido manifestaciones violentas en contra de ciudadanos de países de Europa oriental, principalmente contra polacos. Ni que decir de los enfrentamientos con los musulmanes.
Farage es un ardiente defensor del sistema migratorio que tiene Australia y lo ha invocado en diferentes ocasiones. Al diputado Nigel Farage, se le olvida que Australia ha tenido que ir suavizando, año tras año, sus políticas migratorias, pues era insostenible su sistema de “Australia blanca”, donde solo admitían inmigrantes del Reino Unido y uno que otros griegos e italianos. Pues no querían según ellos, contaminar la raza. Principalmente con ciudadanos de países orientales.
Al parecer, estos argumentos son comunes en aquellos líderes o pseudo líderes que no tienen un programa específico sobre cómo manejar una nación social y económicamente. Se escudan en un nacionalismo a ultranza y en la xenofobia y no hablan de poner reglas y aplicarlas para controlar la inmigración, sino que fomentan el odio hacia todo aquello que no sea la raza o la etnia que estén defendiendo en su momento.
Por estos lares, también tenemos nuestro Nigel Farage. Aquí se llama Donald Trump.
Carlos McCoy
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