Enclavado en medio de la serranía, alejado de los caminos asfaltados, el poblado de Birán, donde nacieron Fidel y Raúl Castro, se convirtió en un polo de atracción para miles de visitantes que llegan al oriente de la isla curiosos por ver la cuna de los líderes de la revolución.
Convertido en un complejo histórico desde 2002, el batey, con sus casitas de madera pintadas de brillantes amarillo, azul y blanco, rodeado de plantaciones de caña de azúcar, palmas reales, árboles frutales, y la comunidad rural de unas 200 familias que viven a un kilómetro, iniciaron los preparativos para dejar en alto el nombre de este pueblo, ahora que Fidel Castro cumplirá sus 90 años.
“Es linda la vida aquí”, dijo pausadamente a The Associated Press José Rodríguez, de 53 años, quien cuida los animales de las 20 hectáreas que componen el antiguo batey-museo de los Castro y reside en un poblado anexo junto a sus dos hijos adolescentes. “Esta es la historia de nuestro país. Me enorgullece”.
“Mi padre trabajó con los padres de Fidel”, agregó Rodríguez con sus pantalones de trabajo verde metidos en botas de goma negras llenas del lodo oscuro que abunda en la húmeda geografía del lugar.
Fundada por el astuto inmigrante Ángel Castro, padre de Fidel y Raúl, en 1915, la pequeña finca ahora museo contaba con 268 hectáreas que se fueron ampliando a 800 en 1922 y a 12.000 a finales de los 50, cuando los hermanos tomaron el poder en 1959 y cambiaron el rumbo de la isla ganándose admiradores y detractores.
La familia plantaba caña de azúcar que vendía a un ingenio estadounidense, explotaba madera, criaba extensivamente ganado y hasta tenía una pequeña mina de cromo. Atrajo a haitianos, jamaiquinos y hasta asturianos que comenzaron a laborar allí.
Luego del triunfo de la revolución la madre de los Castro, Lina Ruz, quien simpatizaba con el movimiento, hizo entrega de las tierras al gobierno en cumplimiento de la reforma agraria.
“Me acuerdo de muchas cosas. Y algunas deben haberme necesariamente influenciado”, explicó Fidel Castro sobre sus tiempos en la casona de madera en una entrevista con el periodista Ignacio Ramonet. “Yo era hijo de terrateniente, no era nieto de terrateniente. Si hubiera sido nieto de ricos habría nacido ya en un reparto aristocrático”, aclaró.
“Todos los compañeros con los cuales yo juego, en Birán, con los que voy para arriba, para abajo, por todas partes, son la gente más pobre”, aseguró el exgobernante para explicar los anhelos de justicia social que lo marcó desde la primera hora antes de mudarse a las ciudades donde sí compartió con los privilegiados.
Los lugareños en sus bicicleta, coches de caballo o viejos camiones suelen ver pasar con asombro ahora los autobuses de turismo, los automóviles último modelo y camionetas todo terreno que llegan al lugar rompiendo un bucólico silencio de pájaros en medio del calor tropical.
Según el director del museo Lázaro Castro (sin parentesco con los dirigentes) en 2015 se recibieron unos 27.800 visitantes –de ellos 10.200 extranjeros– y en lo que va del 2016 se reportaron 22.000 -9.000 foráneos–.
“Estamos pensando iniciativas para ver cómo podemos asimilar el flujo de visitantes”, explicó Castro, quien relató que el 13 de agosto del 2015 se recibieron 1.274 personas y el mismo día de este año, cuando el retirado gobernante llegue a los 90 años esperan unas 2.000 solo en el horario matutino.
En el complejo histórico también se encuentra el mausoleo que guarda los restos de Ángel Castro, su esposa Lina Ruz, y algunos hermanos de los líderes.
Los vecinos de Birán rememoraron que hace unos seis meses el propio Raúl Castro estuvo en el lugar visitando la tumba de sus padres.
Por lo pronto ya tienen restaurados el 90% de las 11 edificaciones que componen el complejo, como la casa grande con su mobiliario, la escuelita o el hotel, todas construidas bajo la batuta de Ángel dispuesto a tener allí su propio pueblo con hasta con farmacia, telégrafo y hasta gallera, una de las aficiones populares del oriente de la isla, que las autoridades no pudieron jamás eliminar.
Además de las actividades culturales con la gente del lugar, el museo abrirá una exposición con fotos inéditas de los Castro, plantará 90 árboles y abrirá a los visitantes un sendero a una colina aledaña, la primera que trepó el antiguo comandante en jefe, antes de dejar la casa paterna y viajar a la ciudad para completar su formación académica y luego convertirse en abogado.
Enclavada en el corazón de la provincia de Holguín, la finca es una de las muchas que caracterizaron el oriente con su clima más tórrido, su composición étnica mayoritariamente afrodescendiente y su cultura más caribeña y menos cosmopolita que la de la capital o el occidente, a donde muchas personas sobre todo jóvenes migran buscando un mejor futuro.
De todas maneras, Hoguín ya no es aquel lodazal que recordó Castro en su infancia, al punto que en sus territorios se desarrollan además proyectos de punta como el Parque eólico de Gibara, que busca surtir de energía eléctrica alternativa al país
Las escuelas y hospitales que se instalaron con la revolución y los celulares y los pantalones ajustados de las mujeres con sus pañuelos multicolores de marcas internacionales, conviven con muchos de los viejos hábitos rurales de los campesinos cubanos con sus machetes y protectores sombreros de yarey.
___
Andrea Rodríguez