Justo antes de mediodía, Donald Trump se pondrá en pie ante el Capitolio de Estados Unidos, colocará su mano sobre la Biblia de Abraham Lincoln y jurará el cargo de presidente de Estados Unidos.
Y el mundo contendrá el aliento.
¿Seguirá adelante Trump con su propuesta original de vetar temporalmente la entrada de musulmanes en Estados Unidos, o se atendrá a la revisión de “filtrado extremo” de los posibles inmigrantes? ¿Presentará un plan para dar seguro médico a todos los estadounidenses, o se aliará con los republicanos en el Congreso que tienen la más modesta aspiración de sustituir la ley de seguro médico de Barack Obama? ¿Emprenderá una carrera armamentista con Rusia, o intercambiará el alivio de sanciones con un acuerdo para reducir el arsenal nuclear de ambos países?
Resulta imposible saberlo en función de todo lo que dijo Trump durante su campaña, en la que violó todas las normas tradicionales, y de las promesas que hicieron él y su incipiente equipo de asesores durante el periodo de transición. Trump ha convertido en un activo el misterio sobre sus intenciones, y sus asesores han reprendido en ocasiones a los periodistas por tomarse “tan al pie de la letra” todo lo que dice su jefe.
El expresidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich dijo saber lo que hará Trump el viernes: ofrecer su discurso inaugural. Pero ni siquiera él, aliado y asesor informal del magnate, tiene idea de lo que hará después el presidente.
“No es un político tradicional. No va a ser un político tradicional”, dijo Gingrich el jueves ante entusiastas republicanos neoyorquinos llegados a Washington para la ceremonia. “Ninguno de los que lo elegimos quiere que sea un político tradicional”.
Pese a su victoria en las elecciones, Trump llega a la Casa Blanca como el presidente más impopular en cuatro décadas, según varios sondeos. Una encuesta del Pew Research Center publicada la víspera de la investidura determinó que el 86% de los estadounidenses cree que el país está más dividido en el plano político que en el pasado, la cifra más alta desde la primera vez que se introdujo la pregunta en los sondeos en 2004.
Incluso las celebraciones de la investidura se han vuelto polémicas, acabando con una larga tradición en la que ambos partidos celebran el traspaso pacífico del poder. Casi 70 representantes demócratas tenían previsto boicotear la ceremonia. Decenas de miles de personas protestarán en el National Mall al día siguiente. Las Girl Scouts se han visto criticadas por participar en el desfile oficial, un acto al que asiste el grupo desde hace más de un siglo.
Parte de esta incomodidad deriva sin duda de la incertidumbre sobre qué ocurrirá a continuación.
El equipo de Trump ha dado pocos detalles concretos sobre sus máximas prioridades: la reforma sanitaria, la legislación sobre infraestructuras y la reforma fiscal son algunas de ellas. El gobierno entrante no ha aclarado si Trump cumplirá su promesa electoral de tomar 18 importantes acciones ejecutivas en su primer día en el cargo. Aún no está claro si Estados Unidos aceptará una invitación para asistir a las conversaciones de paz sobre Siria del lunes en Kazajistán, auspiciadas por Rusia.
Aunque en general, los republicanos se han visto animados con el triunfo de Trump, algunos también se sienten frustrados por las dudas en torno a propuestas clave. “Veremos lo que hace”, dijo la presidenta del partido republicano en Massachusetts, Kirsten Hughes.
Cuando Trump dijo hace poco que trabajaría en un plan de cobertura sanitaria que dé “seguro a todo el mundo” —rechazando años de oposición republicana a ampliar el papel del gobierno en el sistema sanitario— causó revuelo entre los republicanos del Capitolio. El vicepresidente, Mike Pence, dio marcha atrás en la idea de cobertura universal cuatro días después, aumentando la confusión.
“Es posible que la información sea contradictoria, es posible que simplemente todavía no estemos acostumbrados a ver comunicarse al nuevo presidente”, señalo esta semana en CNN el senador republicano de Missouri Roy Blunt.
Ni siquiera está claro a quién tendrá Trump a su lado en los primeros días de su mandato.
Cuando Barack Obama asumió la presidencia en 2009, el Senado confirmó la candidatura de siete miembros del gabinete el Día de Investidura. Republicanos y demócratas siguen negociando los candidatos de Trump, y parece improbable que más de cuatro vayan a ser confirmados el viernes.
Según el Partnership for Public Service, una organización sin fines de lucro que ha asesorado la transición de Trump, su equipo ha nominado a personas para 29 de los 690 puestos de gobierno que requieren confirmación en el Senado. Miembros de su equipo anunciaron el jueves que Trump ha pedido a 50 funcionarios de alto nivel nombrados por Obama que sigan en sus puestos tras la investidura para garantizar la continuidad.
Sin embargo, pese a toda la inquietud en torno a su llegada a Washington, Trump parece no inmutarse por la situación. En el primer acto del fin de semana, una comida en su hotel de Washington con partidarios, futuros empleados y cargos nombrados, ofreció un mensaje sencillo:
“Sólo quiero que el mundo sepa que nos va muy bien juntos”, dijo.
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Por LISA LERER