Tras casi un siglo, los neoyorquinos podrán volver a bailar sin restricciones, después de que la ciudad decidiera derogar una norma que prohibía la danza en la mayor parte de bares de la Gran Manzana.
La Ley de Cabarés de 1926, aprobada en plena Prohibición y enmendada en varias ocasiones, limitaba hasta ahora el baile a establecimientos que dispusieran de una licencia extremadamente difícil de conseguir.
Tan difícil, que se calcula que solo la tienen a día de hoy un centenar de los más de 25.000 bares y restaurantes de Nueva York.
Así, si usted ha movido las caderas en un local de la Gran Manzana, lo más probable es que lo haya hecho incumpliendo la ley.
La anacrónica situación para una ciudad que se jacta de ser una de las capitales mundiales del ocio llegó a su fin este martes con un voto en el Concejo municipal.
A iniciativa del concejal de origen dominicano Rafael Espinal, las autoridades locales decidieron derogar la Ley de Cabarés, una decisión que ahora debe ser firmada por el alcalde, Bill de Blasio, que ya ha dicho que respalda la iniciativa.
“Es hora de que arreglemos este error histórico”, defendió el martes Espinal, que entre sus argumentos incluyó el hecho de que la ley empuja a la gente a bailar en locales sin regular y poco seguros.
Aunque pocos establecimientos han sido perseguidos en los últimos años bajo esta norma, Espinal y muchos críticos de la ley denunciaban que suponía una limitación de las expresiones culturales y que, dada su aplicación arbitraria, era usada para actuar contra comunidades vulnerables.
Ese carácter discriminatorio ha estado ligado a la Ley de Cabarés desde sus inicios, pues está ampliamente acreditado que el motivo principal de su creación fue el de tomar medidas contra clubes de jazz en Harlem donde se mezclaban personas de distintas razas.
Originalmente, la norma requería a los bares obtener una licencia para poder tener música, pero con el paso de las décadas fue objeto de numerosas modificaciones
Entre 1940 y 1967, por ejemplo, Nueva York requería bajo esta ley que los artistas que actuaban en cabarés y los empleados que trabajaban en ese tipo de establecimientos tuviesen que tener también una licencia.
Para conseguirla debían someterse a entrevistas y no tener antecedentes penales y luego renovarla periódicamente.
Grandes estrellas como Ray Charles o Billie Holiday no pudieron actuar en la ciudad durante partes de sus carreras tras haber perdido su licencia por problemas con la ley.
Frank Sinatra se negó durante un tiempo a cantar en la Gran Manzana por la obligación de solicitar ese permiso, algo que consideraba “indigno”.
Tras caer casi en el olvido durante los 70 y 80, en los años 90 el alcalde Rudy Giuliani -hoy un conocido aliado del presidente Donald Trump- recuperó la ley para utilizarla como parte de su polémica campaña contra el crimen en la ciudad.
Según activistas, bajo la Administración de Giuliani la norma fue usada entre otras cosas para actuar contra la comunidad homosexual.
El actual alcalde, el demócrata De Blasio, ha respaldado sin embargo el fin de la ley, promovido por una campaña bautizada “Let NYC Dance”.
Según esta coalición, en Nueva York existe una “prohibición de facto” del baile en su vertiente social, que restringe los “derechos fundamentales de expresión cultural” y que, además, desemboca en prácticas discriminatorias.
Por ejemplo, según este grupo, la Policía pone en su punto de mira de forma sistemática conciertos de hip-hop, frecuentados sobre todo por jóvenes afroamericanos.
Pese a la derogación de la ley, continuarán en vigor algunas de sus disposiciones, como la obligación de contar con cámaras y con personal de seguridad en los establecimientos de más capacidad.