Todos los que tenemos una edad recordamos, seguramente, qué hacíamos la mañana del 31 de agosto de 1997, cuando recibimos la noticia de la inesperada muerte de Diana de Gales. Un jarro de agua fría para todos los que, sin conocerla, habíamos llegado a quererla y a admirarla. Y es que la conocida como Lady Di se ganó, gracias a su dulzura, su magnetismo y su bondad, un trocito de nuestros corazones, que no han encontrado todavía sustituta 23 años después.