La República Dominicana tiene un gobierno malo, mediocre, perverso y corrupto que viola la Constitución y las leyes que él mismo aprueba impidiendo el desarrollo de las instituciones del Estado debido al control absoluto del Congreso, la Justicia y los medios de comunicación donde gasta entre seis y ocho mil millones de pesos anuales en publicidad que distribuye selectivamente entre más más de tres mil bocinas que controlan la llamada “opinión pública” colocando y sacando de la prensa los temas de interés gubernamental.
El Partido de la Liberación Dominicana se ha convertido en “hegemónico” al lograr dividir o debilitar, a fuerza de dinero y/o posiciones en el Estado, a los partidos, con excepciones que vale la pena destacar como el Partido Revolucionario Moderno que es un desprendimiento del otrora poderoso, hoy convertido en una entelequia de tres siglas PRD, un sector, del también grande en el pasado, Partido Reformista que le sirvió de base para lograr el poder en 1996. Algunos partidos de izquierda, muy pequeños, no han sido cooptados por el oficialismo.
No obstante, su capacidad de hacerle oposición a un gobierno ilegitimo, resultado de unas elecciones altamente corrompidas donde el clientelismo y el paternalismo junto con la compra de votos, la violencia y distintos modelos de fraudes le dieron la “victoria” con un 62% que nadie cree, no ha sido posible. Primero por la debilidad orgánica, y, segundo, por falta de voluntad política, resultado de una miopía que raya en lo absurdo.
El PRM, la parte del reformismo que aún no ha entrado en el mercado de las pulgas del PLD, así como Alianza País, Dominicanos por el Cambio, entre otros, deben romper su propio cerco y buscar la forma de integrarse en un frente que les permita ser oposición en el seno de la sociedad otorgándole a las masas el papel revolucionario y transformador de la sociedad, a la que parecen temerle. (¡Cuánta falta hace Peña Gómez!)
El PLD está virtualmente solo en el escenario político; tan solo que se hace oposición así mismo debido a la lucha grupal interna. Y ni siquiera eso aprovechan los dirigentes de los partidos que lo adversan.
No hay criticidad en la prensa; el Congreso es un lodazal del que solo un legislador dice no estar enlodado, la Justicia es un estercolero, y el Ejecutivo es un nido de ratas y alimañas peligrosas donde la corrupción es el elemento más relevante. La inseguridad social llegó al punto más álgido, el narcotráfico no se detiene. El bajo mundo dirige el país. Todo parece estar perdido en la nación. La esperanza, que es lo último que se pierde, se desvanece cada día. Las sombras lo envuelven todo.
La única salida política debe estar en las filas del PRM. Pero ese partido no lo sabe. Ni sus principales figuras. Los de izquierda se pierden entre palabras posiciones extremas que le impiden salir del uno o dos por ciento que le atribuyen las encuestas desde hace 20 años.
Hace falta, urgentemente, un contrapeso político fuerte, valiente, decidido, una oposición que accione en las calles, los barrios, los campos, las fábricas, las oficinas públicas, etc. Hace falta una oposición verdadera, no color rosa ni light, como la que tenemos hoy. Lo he dicho muchas veces, el poder no se regala, ni se presta, se gana. Pero ganarle a un partido como el PLD enajenado, envilecido y corrompido con tanto poder acumulado, con tanto dinero robado, no es ni será fácil.
Un gobierno malo precisa de una oposición buena; emprendedora, vanguardista, dispuesta a jugarse el todo por el todo asumiendo las consecuencias que se deriven de su lucha. De lo contrario no habrá cambio.