Hawai, ese archipiélago de islas que desde su enclave en aguas del Pacífico destila un cierto aroma a paraíso terrenal, vio sacudida su habitual tranquilidad hace unas semanas cuando una alerta de ataque sembró la alarma. No se trataba de un simulacro ni de una broma, fue apenas un cúmulo de errores.
“Amenaza de misiles balísticos en dirección a Hawai. Busque refugio inmediatamente. Esto no es un simulacro”, fueron las aterradores palabras que los hawaianos pudieron leer en las pantallas de sus teléfonos móviles el pasado 13 de enero, a primera hora de la mañana.
Sin embargo, en las calles reinaba el silencio. No sonaban las tan habituales sirenas que cada cierto tiempo alertan a la población del archipiélago de la llegada de una tormenta tropical. El miedo y el desconcierto se adueñaron de los isleños.
“Yo no sentí miedo, pero me sorprendió cuánta gente lo tuvo. Muchas personas estaban muy asustadas, llamando a sus familiares y reuniendo a sus hijos para llevarles al sótano, para que estuvieran protegidos bajo tierra”, declaró a Efe Valerie Willman, una psicóloga que reside en la isla de Kauai.
La población del archipiélago tuvo que esperar 38 eternos minutos hasta que las autoridades confirmaron que se había tratado de una falsa alarma.
Todo se debió a una concatenación de errores que en los últimos días ha provocado una sucesión de disculpas, dimisiones y, por supuesto, despidos.
Según se ha podido saber gracias a una de las investigaciones abiertas tanto por las autoridades locales como por las federales, todo comenzó cuando uno de los supervisores del turno de noche de la Agencia de Gestión de Emergencias (EMA) decidió sorprender a los empleados del reemplazo de la mañana con un simulacro imprevisto.
De acuerdo con la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), dicho supervisor, cuya identidad no ha sido desvelada, grabó la alerta en un mensaje de voz, que fue enviado de forma interna y en el que avisaba hasta en tres ocasiones de que se trataba de un “ejercicio”.
Sin embargo, el técnico responsable de enviar los mensajes de alerta, quien según se ha sabido después era un empleado problemático, no se percató de que se trataba de un simulacro, por lo que, aparentemente en estado de shock, envió el mensaje de alarma que sembró el pánico entre los ciudadanos.
A pesar del silencio de las sirenas en las calles, la indicación de que no se trataba de un simulacro y el hecho de que nadie desmintiera la situación, convencieron a miles ciudadanos de que el fin del mundo -al menos del suyo- se acercaba.
Las autoridades locales, no obstante, ya habían confirmado con el Comando del Pacífico, encargado de las operaciones militares en la región, que no se había detectado ningún lanzamiento desde Corea del Norte y que, por lo tanto, se trataba de una falsa alarma.
Todas las miradas se volvieron entonces a la máxima autoridad en el archipiélago, el gobernador David Ige, con la esperanza de que informara a sus conciudadanos. Pero los minutos pasaban y el dirigente no se pronunciaba.
“Debo confesar que no conozco las claves de mi cuenta de Twitter”, acabaría por reconocer Ige días más tarde.
Durante esa más de media hora de desconcierto, el gobernador estuvo tratando de ponerse en contacto con varios miembros de su equipo de comunicación con el propósito de averiguar su contraseña, acceder a las redes sociales y así poder tranquilizar a la población hawaiana.
“¿Cómo diablos se pueden tardar 38 minutos en decir: ‘He cometido un error’? Sobre todo cuando sabes que la gente está entrando en pánico”, se preguntaba Willman al hablar con Efe.
A raíz del suceso, Ige ha decidido cambiar algunas cosas, como el hecho de instalar Twitter en su teléfono móvil para facilitar el acceso a su cuenta.
Pero los cambios no acaban ahí.
El pasado martes, la EMA anunció que su gerente, Vern Miyagi, había presentado su dimisión y, lo que tal vez resulte más importante para prevenir que lo sucedido vuelva a ocurrir, que el empleado responsable de enviar el mensaje había sido despedido.
Además, la gestión de la crisis ha avivado el eterno debate estadounidense sobre dónde acaban las responsabilidades locales y comienzan las federales.
“Un ataque con misiles es federal (…). La notificación y la confirmación de algo así debe depender de la institución que más sabe y que sabe con certeza”, sostuvo este jueves el senador por Hawai Brian Schatz ante el subcomité de Comunicaciones, Tecnología e Innovación de la Cámara Alta, en clara referencia al Departamento de Defensa.
No está claro si el Pentágono recogerá el guante, pero sí resulta evidente que, ante la amenaza nuclear que representa Pyongyang, la situación es preocupante. Al fin y al cabo, lo que falló fue la primera línea de defensa de Estados Unidos en el Pacífico.