Varias decenas de niños acudieron el martes a la oficina del alcalde del condado de Miami Dade para decirle que tienen el corazón partido por su decisión de apoyar a las autoridades nacionales de inmigración y lo exhortaron a que cambie de política y proteja a las familias de inmigrantes.
Si bien pudieron acceder a su oficina, el alcalde Carlos Giménez no los atendió.
“Vine aquí a decirle al alcalde que proteja a los inmigrantes y no separe a las familias”, expresó Jasmine López, una niña estadounidense de diez años cuyos padres mexicanos están ilegalmente en Estados Unidos desde hace dos décadas. “Tengo miedo de llegar un día a la casa y que no estén mis papás”, dijo la niña a The Associated Press minutos antes de subir junto al grupo a la alcaldía.
Los chicos, vestidos en su mayoría con camisetas blancas con un corazón rojo partido por la mitad y una venda como símbolo del dolor, llegaron a la oficina del alcalde un día después que otro grupo de inmigrantes iniciara un ayuno para implorar a Giménez que reconsidere su decisión de respaldar la política migratoria de Trump.
La protesta de los niños en el día de San Valentín también ocurre tras un fin de semana de operativos de inmigración en varias ciudades del país, que dejaron detenidos a cientos de extranjeros.
Poco después de que Trump firmara varios decretos que pueden perjudicar a extranjeros sin autorización para vivir en Estados Unidos, Giménez dijo que Miami no era un santuario para inmigrantes y manifestó que el condado no estaba dispuesto a dejar de percibir poco más de 300 de millones de dólares de ayuda federal que destina al transporte y la vivienda pública. Por ello, ordenó a las cárceles locales que notifiquen a las autoridades cada vez que detengan a un inmigrante y accedió a mantener presos a los detenidos durante más tiempo para poder interrogarlos.
Giménez ha aclarado que los policías no actuarán como agentes de inmigración y no preguntarán el estatus legal a las personas, pero los inmigrantes desconfían.
“Quiero proteger a mi familia de la inmigración. Son gente buena, los quiero mucho y no quiero que se vayan de aquí”, expresó Leah Cayasso, una niña estadounidense de 11 años cuyos padres nicaragüenses viven en Miami sin papeles desde hace 17 años. Su madre, Berta, asegura que la chica tiene tanto miedo que tiembla y llora cada vez que un policía se pone atrás del auto que ella maneja sin licencia de conducir, por temor a que las detengan.
“Tenemos niños que no se pueden concentrar en la escuela, están deprimidos y el alcalde Giménez es cómplice”, manifestó Andrea Mercado, activista de la organización We Belong Together. “Estamos aquí para decir nos mantenemos unidos”.
Tras una conferencia de prensa afuera del edificio de la alcaldía, los niños ascendieron a la oficina de Giménez para entregarles cartas con sus pedidos. Jasmine Estrada, una de las asistentes de Giménez, les dijo que él no estaba.
“Vamos a volver”, aseguró Elena Márquez, una adolescente de 17 años cuya madre guatemalteca está sin papeles y su padre fue deportado hace cinco años, mientras el grupo cantaba esas mismas palabras antes de bajar los 29 pisos del edificio en ascensor.