La gran leyenda que acompaña a Grateful Dead, famosos por sus larguísimos conciertos y su gusto por las improvisaciones sin fin, ha encontrado en “Long Strange Trip” un documental a su medida gracias a cuatro horas de metraje que exploran cada uno de los rincones de esta mítica banda de rock.
Dirigido por Amir Bar-Lev y con un cineasta tan melómano como Martin Scorsese involucrado en la producción, “Long Strange Trip” se estrenará en Estados Unidos el 26 de mayo después de su aplaudido paso por el Festival de Cine Independiente de Sundance.
Las protagonistas de este maratón documental son las aventuras musicales y vitales de Grateful Dead, un grupo que desde sus inicios en el San Francisco hippie y psicodélico conservó un halo mágico durante años gracias a la libertad de su música y a su íntima conexión con sus seguidores.
“Durante décadas, cuando a los Deadheads (fans del grupo) les preguntaban qué era tan especial en la banda, ellos respondían simplemente algo como: ‘No puedo explicarlo. Tienes que ir a un concierto para entenderlo’. Yo quise desafiarme a mí mismo para hacer algo mejor que eso”, dijo Amir Bar-Lev en una entrevista promocional facilitada por la productora.
Encabezados por el guitarrista y cantante Jerry García, un líder que no quería serlo, Grateful Dead se formó en los años 60 en las calles de Haight-Ashbury, el barrio de San Francisco desde el que la contracultura californiana lanzaba al mundo sus mensajes de amor, paz y revolución.
“Long Strange Trip” retrata los inicios comunales de la banda y su interés por experimentar y lanzarse a lo desconocido también más allá de la música.
Fruto de esos años, en los que García aseguraba que el grupo estaba comprometido con que “la raza humana diera un paso adelante”, surgieron discos como “Aoxomoxoa” (1969), incursiones sonoras en las aguas psicodélicas que trataban de reflejar, todavía sin mucho acierto, el carisma que desprendía la banda sobre el escenario.
Con audaces músicos como Bob Weir, Phil Lesh y Bill Kreutzmann en su formación y una apuesta por la libertad estética más radical, Grateful Dead limó su sonido en las grabaciones al acercarse al rock, el folk y el blues en discos mayúsculos como “Workingman’s Dead” y “American Beauty” (ambos de 1970) o el álbum en directo “Europe ’72” (1972).
El documental muestra su obsesión por conseguir que los conciertos fueran experiencias irrepetibles, no solo por invertir sumas descomunales en mejorar sus equipos de sonido sino también por arriesgarse con recitales de tres o cuatro horas en los que improvisaban sin cesar.
“Long Strange Trip” también subraya el papel de las drogas en el grupo, desde sus iluminadoras experiencias con el ácido en los comienzos de Grateful Dead a la aparición de la cocaína y la heroína en décadas posteriores.
Sin embargo, y pese al exhaustivo relato del filme, sorprende que en cuatro horas no se hable del sexo en una banda que se pasaba la vida en la carretera, o que no se mencionen posibles broncas entre los músicos.
En el mismo sentido, “Long Strange Trip” se centra tanto en examinar cada paso de Grateful Dead que apenas los sitúa como parte de una escena o en comparación con otros artistas contemporáneos.
En lo que no escatima esfuerzos la cinta es en reflejar la pasión de los Deadheads, los seguidores de Grateful Dead y probablemente una de las comunidades de fans más peculiares del rock.
La fidelidad de estos admiradores, que viajaban miles de kilómetros siguiendo a la banda, tuvo su máximo exponente en su afición por grabar en cintas piratas y con todo detalle los conciertos de sus ídolos.
Los miembros de Grateful Dead, en lugar de rechazar esta práctica, animaron a sus fans a registrar sus actuaciones, lo que ahora hace que sean una de las bandas de rock mejor documentadas de la historia con un archivo prácticamente infinito.
Ajenos a estrategias comerciales y al margen de las modas, Grateful Dead alcanzó en los años 90 una sorprendente popularidad que les llevó a ingresar 285 millones de dólares por sus giras en esa década, sólo por detrás a escala mundial de The Rolling Stones.
“En la imaginación popular Grateful Dead se ha convertido en sinónimo de una actitud alegre, despreocupada, cuando en realidad su iconografía era sobre todo sobre la muerte (…). Pero, y esto es crucial, creo que todo eso iba con un propósito de afirmar la vida”, concluyó Amir Bar-Lev sobre esta singular banda.