Le hice la siguiente pregunta a un chavista que estudió conmigo, durante aquellos años de la universidad: -Dime, sinceramente ¿qué tendría que hacer Chávez para que tú dejes de seguirlo? la algarabía reinante en el sitio de pronto enmudeció, y todos estuvieron atentos para escuchar. Mi interlocutor, por su parte, ni siquiera se dio tiempo para meditarlo, y enseguida me contestó: “Si el líder se equivoca, yo me equivoco con el líder”. Él era de esas personas que tenían movimientos ocultos con los grupos vandálicos de la Universidad; usaba ropa de marca y su carro era nuevo; frecuentaba los sitios más modernos, ambientados, por cierto, al estilo norteamericano.
Ese día me convencí que esa parte de la población estaba perdida, especialmente porque no se permitían razonar, analizar, concluir; no había derecho a inferir por sí mismos, y mucho menos a elevar la voz para manifestar su descontento y posteriormente recalcular su vía, al mejor estilo GPS.
Hoy pienso que en efecto no me equivoqué, apartando a quienes en su momento fueron engañados –bien por ignorancia o a conveniencia-, pero que finalmente “recalcularon”, ya conscientes de esta deplorable situación, ahora continuada por los herederos de este régimen nauseabundo; sin embargo, lo que ahora ocurre es mucho peor, siendo que algunos de los que osan ocupar un espacio dentro de la mal llamada oposición, se contradicen completamente del llamado que ellos mismos hicieren meses atrás, habiendo animado a unos cuantos idealistas para salir a protestar, y los cuales solo ansiaban con vivir en un país perfecto pero sin tener que moverse de lugar.
Lamentablemente, ahora hay mucho más de 100 puestos vacíos en cada almuerzo familiar, y mientras que los gamberros de la política venezolana negocian sus intereses, más de una centena de madres lloran la suerte que a sus hijos les trajo el salir a luchar.
En la actualidad, no sé si resultan peores los vándalos que desvirtúan sus propósitos, mientras avalan la ilegitimidad; o quienes aun viendo este show absurdo de sus líderes, hacen lo mismo que mi excompañero de aula, marchando con banderines partidistas sobre los ataúdes de la libertad.
“Solo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana, y de la primera no estoy muy seguro”. -Albert Einstein.
Zaki Banna / @ZakiBanna