Phoenix (AZ).- Por medio de la música miles de niños latinos del país han logrado transformar sus vidas gracias a Harmony Project, programa que rescata a menores en situaciones difíciles a través de un violín, una guitarra o un arpa.
Inspirado en una iniciativa similar implantada en Venezuela hace cuatro décadas por el economista José Antonio Abreu, premio Príncipe de Asturias de las Artes de 2008, el programa crea orquestas, bandas y coros en barrios desfavorecidos con el objetivo de que los niños puedan obtener un mejor futuro por medio de la música.
“Existe una crisis muy grande, pero tocar es luchar. Es nuestro lema, no es nada fácil y se tiene que luchar”, destacó Diogo Pereira, director del programa de Harmony Project en Phoenix.
El responsable de la iniciativa en la capital de Arizona indicó a Efe que más de 3.000 niños de todo el país participan actualmente en este programa.
“Este proyecto usa la música como una herramienta de incursión social. Es con bandas, coros, grupos musicales, mariachis como se logra, y beneficia a menores de 4 a 17 años”, explicó.
El programa acoge a todos aquellos los que deseen aprender música, pero el foco se centra en las familias de escasos recursos, por lo que las clases son gratuitas y una red de voluntarios colabora con sus conocimientos para dar clases. En 2015, el sistema contaba de más de 400 centros de música y 700.000 jóvenes músicos.
En 2015 arrancó el proyecto en Arizona, donde ya cuenta con cuatro escuelas filiales, que se sumaron a otras muchas en Los Ángeles, San Francisco y Nueva York, entre otras ciudades.
“Cuando se creó el sistema de orquestas juveniles se volvió un modelo para miles de niños de todo el mundo. Nosotros seguimos el mismo modelo de buscar la excelencia, la ética de poder llevar eso a cualquier niño con talento y alimentarlo”, dijo Pereira.
Indicó que casi el 100 % de los menores que toman clases en Phoenix es de origen hispano, por lo que incorporan música latina entre su repertorio.
Becky Ibarra lleva a sus tres hijos a tomar clases en Harmony Project, y los avances que ha notado en Izhuatl, Analli y Iquiti son muy positivos y notables en sus vidas.
“Aprendieron sobre el compromiso. Ahora los veo más dedicados en los estudios, se comportan más responsables y respetuosos, y además por medio de la música del mariachi busco que preserven su cultura y la música de sus abuelos, quiero que tengan pedacitos de México”, comentó a Efe.
Recordó que ella misma quiso aprender música cuando era pequeña, pero por falta de recursos no pudo desarrollar estos estudios.
“Siempre quise tocar un instrumento, tomar clases de música folclórica pero no tuve esa oportunidad, éramos una familia grande y no había recursos, y este proyecto logra que los maestros presten su tiempo para ayudar a los niños que no tienen oportunidades”, explicó.
Ibarra se dedica a pintar y teje chaquira, por lo que decidió arreglar un antiguo violín con detalles artísticos para que sea subastado y se recaben fondos para este proyecto, que se sostiene gracias a donaciones.
“Es un violín que lo han tocado por muchos años varias generaciones, le hice un diseño de una calavera porque para la música significa un ánima que va entrando, el sonido del violín es como un espíritu; además le puse flores, porque la música es color”, detalló.
Por último, reiteró que el proyecto le da la oportunidad a los menores de “dedicarse a lo que les encanta hacer”, para luego compartir sus conocimientos con la comunidad.
“Es como una cadena, les da las enseñanzas de trabajar en equipo. Eso les ayuda en el futuro en sus escuelas y para el futuro porque es como una herramienta para tener una carrera fuerte, y lo que aprenden lo pueden regresar a las nuevas generaciones”, aseguró.