Estoy de acuerdo con el Movimiento Verde y sus reclamos de tolerancia cero con la corrupción y el fin de la impunidad.
La corrupción le ha costado a este país cientos de miles de millones de pesos permitiendo que un grupo de políticos y comerciantes de la política se enriquezcan mientras la mayoría vive en pobreza sin posibilidades de crecer y avanzar.
Hablando, escribiendo y marchando le he brindado al Movimiento Verte mi respaldo y solidaridad ante la falta de un contrapeso político fuerte y vertical que debieron encabezar los partidos opositores.
Los verdes han producido un cambio en la conciencia de la gente, han logrado movilizar a buena parte de la población haciendo que la anomia social se transforme en un vigoroso movimiento de protesta cada vez mayor, como podemos verlos en las manifestaciones que se realizan en todo el territorio nacional. ¡Bien!
Quiero, sin embargo, hacer algunas puntualizaciones sin pretender trazarle pautas, porque alguien podría decir que no tengo calidad. Debo decir, no obstante, mi preocupación de que el Movimiento Verde se agote con las marchas, que la gente se canse de caminar exigiendo el fin de la impunidad y el cese de la corrupción sin resultados tangibles.
El gobierno sabe que las caminatas, por largas que sean, por masivas que sean, no harán que se cumplan los objetivos. Cuando el Imperio Romano se percató que la religión cristiana no perjudicaba sus intereses, sino que por el contrario los garantizaba, lo impuso a sangre y fuego durante dos siglos en los territorios que ocupaban. (Los esclavos aspiraban ser libres en “la otra vida”, en el cielo donde Dios los acogería en “su santo cielo”, mientras en “esta vida”, en la tierra, los esclavistas, y luego los señores feudales, eran los dueños de “este mundo”)
Las marchas verdes y sus proclamas no dejan de ser atractivas, pero inofensivas. El gobierno tiene el control de los poderes del Estado, las iglesias en gran medida y la prensa, con más de tres mil bocinas diciendo lo mismo 24/7 hasta el hastío.
La corrupción y su compañera impunidad continuarán su curso. El gobierno no le teme a la oposición, que parece su aliado, ni le teme a los verdes que solo marchan y proclaman. Creo que es momento de dar otro paso, marchar por otros caminos dentro del marco legal que ofrecen la Constitución y las leyes.
La empresa Odebrechet sigue operando y cobrando en dólares a pesar de que la ley sobre sobornos lo prohíbe. La corrupción y la impunidad solo se detienen en los medios de comunicación, no en los hechos.
Las leyes anti lavado, anti corrupción, etc., solo sirven para engañar tontos pues nadie las cumple ni hay quien las haga cumplir. Los verdes tienen que presionar para que las disposiciones legales se cumplan. Hay que llevar al gobierno a su propia legalidad porque Constitución y las leyes son suyas.
Si los verdes, que tienen en sus filas abogados tan capaces y prestigiosos como Ricardo Nieves, creen que un funcionario o dirigente político es corrupto, debe someterlo a la justicia aunque los resultados no sean los deseados dado el control del PLD sobre los jueces y los fiscales.
Las marchas no deben lucir carnavalescas o folclóricas, no pueden ser un día de campo, ni un picnic para hacerse fotos “chulas” con sonrisas de felicidad de oreja a oreja para subirlas a las redes sociales. Se trata de algo verdaderamente serio, delicado y comprometedor en términos políticos y sociales. (Si el gobierno no le teme a los partidos opositores, que le tema a la movilización revolucionaria de las mazas)
El Movimiento Verde tiene que cambiar los métodos de lucha, expandir y multiplicar las formas de salir a las calles. No en que se convierta en un partido, ni en un grupo radical, porque le quitaría su esencia. Hay muchas maneras, no una, de gritarle al gobierno: ¡No más corrupción! ¡No más impunidad! ¡A la cárcel los ladrones!