Dirigió el FBI a su propio ritmo y conforme a sus propias reglas. Pero, la noche de su despido, James Comey comprobó que un solo hombre y sus rígidos principios de independencia no pueden transformar un mundo político regido por la tradición y las lealtades.
“Independiente, ante todo, independiente”. El agente Frank Montoya Junior lo define así a Efe, tras haber trabajado casi un año con él en Washington mientras asesoraba a la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA) y antes de que el propio Comey le nombrara jefe de la rama del Buró Federal de Investigaciones (FBI) en Seattle.
Montoya también define al exjefe del FBI como una persona de “profunda integridad” que se amarraba a sus sólidos principios para guiar sus actos ante cualquier turbulencia política.
En repetidas ocasiones, ante el Congreso y ante la prensa, Comey presumió de integridad e independencia, unas virtudes que hicieron que llegara al extremo de negarse en una ocasión a jugar al baloncesto con el anterior presidente, Barack Obama, por miedo a parecer demasiado cercano al hombre que le nombró para el cargo.
No obstante, su carácter le fue aislando poco a poco y sus decisiones le crearon enemigos en diferentes rincones de Washington, incluso dentro de la Casa Blanca.
Según publicó esta semana “The New York Times”, durante una cena el presidente, Donald Trump, pidió a Comey que le “jurara lealtad”, una solicitud que el exdirector del FBI rechazó, y aunque le prometió que siempre sería “honesto” con él, insistió en que no sería “de fiar” en el sentido político del término.
Por su parte, Trump niega esa versión de los hechos y, en una entrevista en Fox News, aseguró que en ningún momento pidió “lealtad” al entonces director del FBI.
“Despidió a Comey porque es independiente. Él no iba a rendirse a sus pies. Es la idea de honestidad frente a fidelidad. Comey es todo por la honestidad, es una persona sincera, siempre. Su honestidad es por la Constitución y eso es por lo que Trump le despidió de esa manera”, aseguró Montoya a Efe.
Para evitar influencias políticas, los agentes del FBI solo juran lealtad a la Constitución estadounidense, no a un presidente, y, además, los jefes de la agencia tienen un mandato de diez años para que puedan ejercer su cargo más allá del máximo de ocho años consecutivos para un mismo presidente de EEUU.
Sin embargo, en sus intentos por mantenerse independiente, Comey cosechó el rechazo de legisladores republicanos y demócratas.
Fueron primero los republicanos los que criticaron a Comey por aquella rueda de prensa del 5 de julio de 2016 en la que anunció que Hillary Clinton, entonces candidata a la Casa Blanca, no afrontaría cargos por el uso que hizo de un servidor de correo privado para asuntos oficiales cuando era secretaria de Estado (2009-2013).
Meses más tarde, los demócratas cargaron contra Comey por haber enviado una notificación al Congreso, a once días de las elecciones del 8 de noviembre, para anunciar una nueva investigación sobre los correos de Clinton, una decisión que cambió la narrativa de la recta final de la campaña.
Cuando comenzó su carrera al frente del FBI, en 2013, Comey contaba con el apoyo de demócratas y republicanos. Pero la apertura de la investigación sobre los correos de Clinton le creó “enemigos” en Washington, una ciudad “amarga”, llena de cálculos políticos y mucho más dividida tras las elecciones, según narra Montoya.
El último pilar que le quedó a Comey en sus últimos meses al frente del FBI fueron sus propios agentes. En su carta de despedida, reconoció que extrañaría “profundamente” a sus compañeros y declaró: “En tiempos de turbulencia, el pueblo estadounidense debe ver al FBI como una roca de competencia, honestidad e independencia”.
La Casa Blanca afirma que Comey perdió el apoyo de los “rangos más altos y de la base” del FBI, pero Montoya lo niega y asegura que contaba con el “respeto y admiración” de todos los agentes.
Montoya describe a “Jim” Comey como una persona “muy cálida” que solía sorprender a sus agentes con llamadas telefónicas para felicitarles por una operación policial que había salido bien, por una investigación que se había abierto camino hasta las cortes o hasta por el nacimiento de un hijo.
“Jim los llamaba por teléfono y la gente, cuando descolgaba, no se lo creía, no creían que el director del FBI les estaba llamado a ellos. Hay historias muy divertidas. Como un mecánico que teníamos en Seattle y que le colgó porque creía que era una broma”, cuenta Montoya.
Frente a ese retrato, en declaraciones al diario “Político”, un funcionario del Departamento de Justicia aseguró que Comey estaba más preocupado por proteger su imagen que por defender la credibilidad del FBI, una actitud que, a su juicio, ha causado un daño “enorme” y heridas “permanentes” en la agencia.
“Parecía pensar que lo que era bueno para él era bueno para la institución, eso es ridículo”, dijo ese funcionario gubernamental.
Ahora, Comey está con su mujer y sus amigos, según Montoya, que ha hablado con su círculo más cercano. “Le tomará algún tiempo, es un ser humano y le han herido, sobre todo porque ya no puede ser parte del FBI, que es algo que él amaba. Está con su familia ahora, estará bien, es un superviviente”.