En la última década, las publicaciones en castellano elaboradas por científicos de habla hispana han disminuido a la mitad en favor del inglés, lo que condiciona los temas de investigación y restringe el acceso al conocimiento, señala la profesora de la Universidad de Salamanca (USAL) Ana Cuevas.
Por ello, hay que intentar “convencer” a los investigadores “de que publiquen además en español”, aunque sea parte de sus trabajos, y no se limiten al inglés, pese a que esta sea la lengua preponderante, dice la también directora del Instituto de Estudios de la Ciencia y Tecnología en una entrevista con Efe.
La especialista en filosofía de la ciencia y la tecnología, que ofreció en la capital mexicana una conferencia sobre comunicación científica dentro de un ciclo de charlas de la USAL, afirma que la razón principal de que cada vez haya más producción en inglés en el mundo hispano es que así es más fácil dar a conocer el trabajo en el extranjero.
Además, a la hora de evaluar el currículum de un investigador, se valora “mucho más” que haya publicado ya no solo en una revista internacional -porque estas también pueden ser en español-, sino en una revista en inglés.
Las implicaciones de esta tendencia son muchas, pero la principal para la académica es que condiciona la elección de los temas de investigación.
Por ejemplo, un geólogo español puede estar muy interesado en un aspecto concreto de esta ciencia en su país -como uno referido a una región en particular-, pero ese tema, a su vez, puede no ser relevante para el ámbito anglosajón.
“Entonces, muchos geólogos o investigadores que tenían un contenido más contextual han abandonado sus investigaciones porque no les supone ningún tipo de rédito a la hora de publicarlas, aunque sean muy buenas”, apunta la académica, quien defiende que este ejemplo se extiende a otras áreas científicas.
A esto se le suma que se está “obligando” a que todo el mundo sepa inglés para acceder al contenido científico: “Ya no solo este contenido es difícil per se, es que además está en un idioma extranjero”, argumenta.
Otra cuestión que entra en juego en este debate es la vinculada con la calidad. Debido a un sistema de clasificación de las revistas que inició en EE.UU. -que parte de un interés de los bibliotecarios por saber cuáles adquirir, ya que cuentan con recursos limitados-, las publicaciones que más se valoran son “aquellas que más se citan”.
Las agencias de evaluación de la calidad también tienden a considerar “que una publicación merece la pena por el hecho de haber sido publicada en un determinado tipo de revista”.
La profesora de la USAL propone que la evaluación se realice “en función de la calidad de los resultados que plasman esos artículos”, y no se limite a los criterios “cuantitativos”.
“Un artículo puede ser muy malo y estar publicado en una revista muy buena”, o puede suceder el caso inverso, señala.
Aunque “no podemos ir contra lo evidente”, que el inglés tiene una fuerza trascendental porque permite la comunicación con personas de todo el mundo más allá del mundo anglosajón, tampoco se puede “abandonar la posibilidad de escribir en nuestro propio idioma”, sostiene.
Cuevas recuerda que esta es una reivindicación legítima, porque el español es el segundo idioma más hablado del planeta.
“Tenemos que empezar por casa, convencernos a nosotros mismos que tenemos una lengua que habla mucha gente, y luego también podemos publicar en inglés, por qué no”, asevera la académica.
Aun así, dice ser consciente de que los defensores de esta idea juegan con la “cancha inclinada”, como se dice coloquialmente en Latinoamérica, porque hay algunos investigadores que consideran que deben “plegarse al signo de los tiempos”, es decir, al inglés, lo que “implica un hándicap muy grande”.