Todos sabemos que la Primera Dama de los Estados Unidos, Michelle Obama nunca ha escatimado mostrar sus sentimientos en público. Esa ha sido una de las características más visibles de su paso por la Casa Blanca, además del cariño hacia su esposo, el Presidente saliente.
Pero lo que esta semana ha presenciado el mundo en realidad resulta algo inesperado. Michelle abrazando nada menos que al ex presidente George W. Bush durante la ceremonia de apertura del Museo Nacional de Historia y Cultural Afroamericana en Washington DC el pasado 24 de septiembre.
Se trataría, pues, de una imagen simpática que habla –incluso en tiempos de encarnizados debates electorales para las elecciones de noviembre próximo- de un alto nivel de tolerancia y, sobre todo, de buena voluntad entre figuras notables de los dos partidos históricos en la historia de la democracia norteamericana.
Esta relación ya había dejado imágenes memorables, cuando en julio pasado George W. Bush y Michelle Obama manifestaron su simpatía mutua durante un servicio fúnebre a cinco policías asesinados en Dallas, Texas.
Esta vez, a unas horas del primer debate presidencial entre Hillary Clinton y Donald Trump, ocurrido en la noche de ayer día lunes, pues Michelle Obama y George W. Bush no escondieron ante la opinión pública sus simpatías.
Para colmo, sería bueno apuntar que Bush (hijo), en contra de lo que determina su partido, siempre se ha cohibido de criticar públicamente a las políticas de Obama, y él y su padre, el también ex presidente George H. Bush, han evitado respaldar públicamente al magnate y candidato republicano Donald Trump.
Se habla incluso de que la relación entre los Obama y los Bush, diferencias políticas aparte, ha sido más cálida que la de la primera familia con los Clinton, quizás por la intensa campaña presidencial de 2008 en la cual Obama derrotó a Hillary.
El abrazo de Michelle Obama y George W. Bush ha acaparado pues titulares de periódicos, pero sobre todo la imaginación de muchos en las redes sociales, que se hicieron eco de este inusual gesto entre dos oponentes políticos que, como seres humanos, saben dejar a un lado sus diferencias para dejar ver sus más nobles sentimientos.