Es cierto, presidente, “en la República Dominicana, como en el resto de América Latina y el Caribe, la corrupción es tan antigua como nuestra propia historia” a partir –digo yo- de la conquista cuando las potencias europeas llegaron a nuestras tierras “buscando oro como si les sirviera de alimento, de tal forma que los indios vivos se convirtieron en cristianos muertos”.
Y es cierto –presidente- que la corrupción es un fenómeno universal abarcando países tan grandes como China, Rusia, Estados Unidos y muchos otros. Pero en esos países hay condenas definitivas, incluso muertos. Además, como dice el pueblo, presidente: “mal de muchos consuelo de tontos”.
Según usted, la corrupción es intrínseca en la humanidad, pero no es así. Surge en un momento del desarrollo de las fuerzas productivas la cuales permiten la acumulación, la privatización donde unos grupos tienen más poder que otros. El poeta Pedro Mir lo explica en su célebre ”Contracanto a Walt Whitman”: (…Hubo una vez un intachable territorio puro. Solamente faltaba que la palabra mío penetrara en su régimen oscuro) Y junto con lo “mío”, el Yo. Lo demás es historia reciclable a través de los siglos. Nadie lo ha explicado mejor que Marx y Engels.
Es verdad, presidente, que la corrupción es universal, pero en todas partes el tratamiento no es igual ni el mismo, porque en la mayoría el saqueo de los bienes públicos se condena o se castiga en la mayoría de las naciones. En Rusia la corrupción se lleva un tercio de su PIB. Pero en China se castiga con la pena de muerte, igual que en Corea del Norte, Singapur y Filipinas. Usted sabe, presidente, que Nueva Zelandia, Dinamarca, Finlandia, Suecia, Suiza, Noruega, Holanda, Singapur, Canadá, Alemania, Luxemburgo y el Reino Unido, encabezan la lista de los países menos corruptos del mundo.
En algunos países la corrupción se combate por la fuerza, pena de muerte, cadena perpetua, azotes en plena calle, etc., mientras que otros se usan la fuerza de la educación y la conciencia social, que es la más poderosa de todas las fuerzas.
Ningún país de América Latina está en la lista de los primeros 30 países menos corruptos. Chile y Uruguay, que estaban entre los menos corruptos de la región, junto con Costa Rica, han descendido en el ranking al igual que México y Argentina. En nuestro país no hay tanta prevaricación como en Venezuela, Haití y Nicaragua, pero estamos entre los más corruptos del hemisferio y del mundo.
Usted dice que durante los gobiernos del PLD, tres de ellos los encabezó usted, en materia legislativa y judicial es mucho lo que se ha avanzado. Excúseme de nuevo, presidente, pero ese no es el problema. La cuestión es la permisibilidad, la inacción, la tolerancia, la complicidad y la impunidad. De nada sirven las leyes si no hay una autoridad que las haga valer.
El interés de las partes es la que mueve la acción, dicen los abogados en ejercicio. Ocurre que el Estado no pone interés, que los políticos que gobiernan forman parte del gansterismo que nos ha seguido gobernado incluso después de Trujillo, con honrosas excepciones.
Los gobiernos del PLD pudieron haber aprobado mil leyes anticorrupción. Pero no han aplicado una. Miles de funcionarios no han hecho declaración jurada de bienes. Y los que la han hecho en su mayoría son falsas. Pero además, presidente, dígale al país cuántos funcionarios han ido a la cárcel por corrupción. Usted dijo en una ocasión que la corrupción se llevaba el 30% del presupuesto nacional que para entonces serían 30 mil millones. Dígame, ¿cuántos funcionarios encarceló usted? Y no me diga que usted no es juez, ni congresista, porque usted, al igual que Danilo, tuvo “su” Congreso y “su” justicia.
Sus tres mandatos están consignado como de los más corruptos de la historia. Algunos de sus funcionarios –presidente- rompieron el “corruptometro” universal, incluyendo uno que no podía pagar el almuerzo en la universidad que costaba centavos, residía en una pensión “de mala muerte” que tampoco podía pagar y ahora se presenta como uno de los hombres más poderosos de todo Centro América y el Caribe.
Organismos internacionales han establecido que en los gobiernos del PLD la corrupción se lleva entre un 4 y un 5 % del PBI; es decir, más de lo que el Estado invierte en educación. Hablamos de 150 mil millones de pesos aproximadamente todos los años. ¡Y no hay un solo preso!
¡Una barbaridad, presidente Fernández! Creo que usted ha debido ser autocritico y reconocer las debilidades de sus mandatos en materia de corrupción.
El escándalo de Odebrecht pone de manifiesto la podredumbre de la sociedad dominicana en manos del partido fundado por uno de los hombres más honestos que en su accionar político ha tenido el país. Me refiero a Juan Bosch, que nunca se enlodó, que cuando renunció del PLD en el año 1991 presagió lo que ocurriría si sus alumnos tomaban el poder. La historia le dio la razón.
(“En el PLD, la mayoría de sus miembros son pequeños burgueses, bajos pequeños burgueses y se han dado cuenta que en el partido hay gente que ha alcanzado posiciones, como senadores, como diputados, como síndicos, como regidores y entonces en el PLD eso ha provocado una corriente de aprovechados, de oportunistas. Buscadores de posiciones y de puestos públicos. Y esos han empezado a formar grupos y como yo no puedo formar grupos y como yo no puedo presidir un partido en el que haya grupos, decidí renunciar del PLD”,)
Usted, presidente, pudo haber cambiado el curso de la historia. Usted pudo combatir la corrupción. ¡Y no lo hizo! Lo que está sucediendo hoy día, con un Danilo rompiendo todos los récords en materia de corrupción hasta estar en el libro Güines, es el resultado de lo que usted no hizo durante sus tres mandatos. Excúseme de nuevo, presidente. Mi intención no es ofenderlo, ni maltratarlo; eso lo viene haciendo Danilo desde que llegó al gobierno gracias a usted.