En la política como en la amistad, el exceso de confianza a veces resulta perjudicial. La sorpresiva renuncia de la representante estatal demócrata, Daisy J. Báez, a su escaño en el Comité de Salud y Servicios Humanos en la legislatura estatal de la Florida, ha caído como un balde agua fría dentro de la comunidad hispana en el sur del estado, tras el inicio el pasado agosto de una pesquisa sobre la legalidad de su residencia en el distrito 114, que ella representaba.
La joven promesa domínico-americana, percibida como una estrella ascendente dentro del Partido Demócrata y la política nacional de los Estados Unidos, al parecer pasó por alto que dentro del escenario del quehacer político el error más mínimo puede constituir una oportunidad para sus rivales. Más aún en un territorio beligerante y peligroso como lo es el sur de la Florida, matizado por algunos oportunistas, advenedizos y mercenarios de toda laya, capaces de cualquier acción con tal de escalar posiciones y poderes, en detrimento de otros.
Cabe preguntar: ¿los abogados, amigos, cabilderos y asesores políticos de la Representante no le advirtieron del peligro de la Salamandra de Gerry, respecto a la sinuosidad de su distrito 114 y la cercanía del 112, y el riesgo que implicaba el cambio de su residencia legal a la hora de prestar juramento, so pena de perjurio, en Tallahassee? ¿Oh acaso, la digna representante fue víctima de una celada por parte de sus “colegas” y enemigos internos, al permitirle asumir un riesgo de buena fe, de consecuencias previsibles, dada su poca experiencia –apenas un año– en esa arena movediza?
¿Qué es el “Gerrymandering” o efecto Salamandra? Fue acuñado en una caricatura de Gilbert Stuart, en el Massachuttssetts de 1812, similar a la imagen del anfibio de la familia de los salamándridos. En ciencias políticas, es un juego de palabras con el apellido del gobernador de entonces en ese estado, Elbridge Gerry, el cual describe una manipulación de las circunscripciones electorales de un territorio, uniéndolas, dividiéndolas o asociándolas, con el objetivo de producir un efecto determinado sobre los resultados electorales.
Puede ser usado para mejorar o empeorar los resultados de un partido político determinado o un grupo étnico, lingüístico, religioso o de clase. Es por lo tanto, una técnica destinada a quebrar la imparcialidad de un sistema electoral determinado. Se trata de un caso de “distribución desigual”: el porcentaje de escaños de un distrito no coincide con el porcentaje de población del mismo. Ello da lugar a que algunos distritos estén sobrerrepresentados y otros infrarrepresentados, como es el caso del Distrito 105 en el sudoeste de Miami-Dade.
El distrito 114, que representaba Daisy J. Báez, incluye partes de las ciudades de Coral Gables, South Miami, Cutler Bay y West Miami, en una especie de laberinto electoral que se intercala con el distrito 112. En algunas demarcaciones de sus áreas apenas se separan por tres o cuatro cuadras de distancia, dentro de una misma ciudad y con todas las condiciones de la salamandra. Esa situación ha creado mucha confusión y desorden, incluso dentro de los mismos electores, a la hora de emitir el sufragio, lo que ha generado en ocasiones prolongados debates entre candidatos sobre resultados reñidos.
Esa táctica filibustera de distribución electoral ha sido puesta en práctica no sólo en los Estados Unidos sino también en Francia, Europa del Este, Venezuela, Nicaragua, Irlanda del Norte, Argentina, Sudáfrica, Chile y otros países, donde la victoria o la derrota dependen de la correlación entre la proporcionalidad geográfica, la densidad poblacional, la calidad del sistema electoral vigente y los ardides de un sistema o de un gobierno de turno más o menos corruptos.
Por lo tanto, no es sorpresa que los rivales políticos de la representante estatal agilizarán el pasado agosto un proceso de investigación en el Comité de Ética de la Cámara estatal. Al parecer como secuela de una trampa o filtración a lo interno del entorno de la Representante que condujo a la trama en su contra. ¿Con qué propósito? Con el objetivo de castigarla, destituirla o forzar su renuncia, como efectivamente ocurrió.
Allí, se invocó una posible causa de perjurio, o declaración falsa bajo juramento, al trasladar ella de manera provisional su residencia oficial a otra propiedad cercana, luego de resultar electa al cargo, y no retirar la exención contributiva del hogar donde residía físicamente. Ello significa una violación a la ley. Por lo tanto, quedó fuera de la geografía de sus electores o constituyentes e incurrió en un delito menor que le costó su curul y la esperanza de miles de sus seguidores y simpatizantes.
Daisy J. Báez es una activista social a quien admiramos y respetamos. No dudamos que, al presentar su renuncia voluntaria al cargo y admitir que cometió un error de buena fe, tras un acuerdo de procedimiento, tomará un tiempo para reflexionar sobre la condición humana en su entorno y el lodazal en que algunos han convertido la confianza personal y la actividad política. Por suerte, el sistema político de los Estados Unidos es uno benigno que permite una segunda oportunidad. Y ella no es ni será el primero ni el último caso de un político honesto caído en desgracia, que resurge de sus cenizas con más fuerzas en un futuro no lejano… Allí estaremos para apoyarla como ella se merece.