Todos los indicios del resurgir de la izquierda en el siglo XXI tienen su génesis en Venezuela, mejor dicho, en el chavismo, quién ha financiado a estos líderes desde dos perspectivas con un solo fin.
La primera perspectiva fue desde un punto de vista económico muy amplio, mientras Chávez ejerció el poder pudo disfrutar del boom petrolero más alto y sostenido de la historia, lo que permitió financiara campañas electorales e hiciera grandes aportes a las economías de estos países, a sus gobiernos, empresarios y trabajadores, mientras la economía venezolana premeditadamente se destruía.
Un aparte, inferimos “premeditadamente se destruía” porque Chávez lo confesó implícitamente. En su ególatra programa dominical “Aló Presidente” afirmó equívocamente el barril de petróleo llegaría hasta los 500$ o más y jamás descendería. Prometió que más nunca el sector privado venezolano tendría petrodólares criollos, más no así las economías foráneas. Ideó que todos los sectores venezolanos dependieran de su centralismo ultroso a la cubana. En su errada concepción empujó al país a la tragedia que es hoy, sin industria petrolera y sin sector productivo, a punto de ser la hiperinflación más larga de la historia, así como la peor emigración del planeta.
La segunda perspectiva es con Maduro, ante la quiebra de la petrolera venezolana, por corrupción y desidia, al régimen (y gracias a las sanciones internacionales) no le quedó más remedio que diversificar furtivamente la economía nacional, explota con total oscurantismo las infinitas riquezas de esa nación, entre las que el petróleo es solo uno de ellas. Afianza ese comercio paralelo con sus aliados internacionales como Cuba, Irán, Rusia, Turquía, entre otros.
Ahora bien, esta situación no le permite al chavismo ser tan generoso como cuando prevalecía el boom petrolero, hoy es acusado de “ayudar” económicamente a las izquierdas mundiales principalmente en el financiamiento de las campañas electorales, así como estratagemas para atacar y desestabilizar los gobiernos que no pertenezcan al “nuevo orden”.
Lo relevante, al menos en Latinoamérica, es que esta neo izquierda de hoy no parece estar interesada en entregar el poder, pretender cubanizar política y económicamente esas naciones para eternizarse en el poder, tal como ocurrió en Venezuela. La joya de la corona es Colombia, donde de ganar Petro la izquierda se anotaría un triunfo determinante con todo lo que él representa, un triunfo tan determinante como peligroso para el mundo ¡Cuidado! @leandrotango