Friday, November 15, 2024
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A 54 AÑOS DE LA CREACIÓN DEL CLUB 20-30 DE IMBERT

A  principios del año 1964 la juventud del municipio de Imbert tuvo la iniciativa de establecer una agrupación local adscrita al Club Activo 20-30Internacional, para estimular la vocación de servicio comunitario de sus integrantes mediante la ejecución de obras sociales en beneficio de la niñez desvalida en zonas suburbanas y otros sitios cercanos.

Ese objetivo comenzó a plasmarse el martes 14 de enero, fecha de la escogencia de su primer presidente, el destacado beisbolista  Fabio Alejandro Lara Espaillat, también conocido por ser el hijo mayor del empresario de origen mocano, don Fabio Virgilio Lara Hernández y de la hacendosa dama santiaguera doña Ana Espaillat Polonia, propietarios de una de las principales tiendas de variedades y confecciones, situada en la calle Duarte esquina Valerio, en dicho municipio.

El joven Lara Espaillat encabezaba una directiva compuesta por Mauricio Reyes Cabrera, vicepresidente; Francisco del Pilar Sánchez, secretario; doctor Rafael Antonio (Papito) Rodríguez Santos, tesorero; Ramón Antonio -Pelvis- Portes Martínez, director de propaganda y publicidad, y su hermano Rafael Eduardo -Negrito- Lara, sargento de armas.

También estaban allí, Mario Emilio Sánchez, Joaquín Trejo y Trejo, Jaime Martínez, Carlos Aníbal Santos, Antonio Lantigua, Venancio Domínguez, Leonel Milanés, José Acosta, Braulio Gómez Arango, Adrovel Fernández Guzmán, Rafael Candelario Canahuate Disla y los hermanos Diógenes Artemio y Aníbal Petronio Cabrera Francisco.

Esos jóvenes sobresalían -en su mayoría- como componentes de los equipos de softbol y béisbol amateur locales, y se habían asociado poco antes de que se constituyera el club 20-30, pues el domingo 5 de enero, con motivo del Día de los Santos Reyes lo demostraron recaudando fondos para financiar un par de eventos infantiles en favor de unos 700 niños de la comunidad y de lugares vecinos; lo cual contó con el apoyo del empresario Juanito Collado, propietario del cine Amarilis y del centro de diversión “Josie Bar”, quien facilitó sus locales comerciales para que esos chicos disfrutasen de un bailecito y de una película para niños que tuvo un final feliz con la masiva distribución de frutas, golosinas y juguetes recolectados en tan significativo día.

De esa manera se hizo realidad el lema 20-30 que dice: “El hombre nunca se enaltece tanto como cuando se arrodilla para ayudar a un Niño“, que guía a sus dirigentes desde el 10 de febrero de 1922, cuando fue fundado el primer club por los jóvenes estadounidenses Ernest Axland -su primer presidente, Carl Morck, Paul Arthand, Carl Springer, Edgar Jones, Cal Ternan y Pat McNamara, quienes residían en la ciudad de Aberdeen, condado de Grays Harbor, Washington.

Luego de la fiesta del Día de Reyes, el club 20-30 de Imbert ejecutó una obra de caridad en la sección La Escalereta del municipio, al dar asistencia con ropas y alimentos a la familia del señor Tomás Padilla, que había perdido todos sus ajuares en un incendio que redujo a cenizas su vivienda.

Cuatro meses después, la tarde del sábado 22 de junio, la directiva imberteña fue juramentada por el doctor Miguel Ángel Pérez Arias, subgobernador 20-30 para la República Dominicana, en una sesión-cena celebrada en los salones del Julie Bar, a la que asistieron delegaciones de los clubes de Santo Domingo, Santiago, La Vega, Baní y Puerto Plata, que fungió como padrino.

Se debe saber que para esa fecha ya los jóvenes imberteños habían realizado una actividad trascendente, pues el viernes 27 de marzo una parte de su directiva se había reunido con el gobierno del Triunvirato para solicitarle la construcción del hospital municipal.

Ese Triunvirato era una autoridad cívica de origen militar, erigida por la oligarquía dominicana luego del golpe de Estado al profesor Juan Emilio Bosch y Gaviño el 25 de septiembre de 1963, y estaba compuesto por los abogados doctores Donald Joseph Reid Cabral y Ramón Tapia Espinal, y el ingeniero Manuel Enrique Tavares Espaillat, en cuyo despacho del Palacio Nacional fue recibida la comisión del club 20-30 imberteño, encabezada por su presidente Fabito Lara; el tesorero, doctor Papito Rodríguez Santos; Artemio Cabrera, Pelvis Portes y Rafael Bonilla.

También estuvieron presentes el influyente secretario de Estado de Trabajo, doctor Carlos Grisolía Poloney, nativo de la provincia de Puerto Plata; el subsecretario de Interior y Policía, doctor Arturo Muñiz Marte; el subsecretario de las Fuerzas Armadas, capitán de navío Sergio Díaz Toribio, y el vicepresidente del club 20-30 de Santo Domingo, historiador Daniel Nicanor Pichardo Cruz.

En esta trascendental  reunión Tavares Espaillat se interesó por el desarrollo social y económico del municipio de Imbert y la provincia de Puerto Plata, lo que motivó a los jóvenes clubistas a exponer con amplitud y fervor todo lo relativo a la prioridad y necesidad de la obra, especificando que iba a beneficiar a los moradores de esa demarcación y de los poblados más cercanos, que estaban habitados por unas cien mil personas.

El triunviro prometió enviar al municipio de Imbert un ingeniero de la secretaría de Salud Pública, para que hiciera un estudio de factibilidad del proyecto, y éste llegó al pueblo casi de inmediato, llevando la encomienda de laborar con celeridad en la creación de los planos por la imperiosa urgencia de la construcción del hospital.

En el momento de la solicitud de la obra, el club 20-30 local realizaba diversas actividades benéficas, estando entre las de mayor impacto social la compra de pupitres para el liceo secundario Enrique Emmanuel Ashton, dirigido por el profesor Andrés Brito Bruno; el levantamiento de la verja del campo deportivo de la comunidad, y la construcción de un parque infantil en un área cercana a la parroquia Nuestra Señora de Las Mercedes y en la vecindad de la escuela primaria Juan Nepomuceno Ravelo y la morada de la familia del distinguido munícipe imberteño don Severiano Cruz.

Un poco de historia

El pueblo de Imbert fue el séptimo del país en recibir la carta constitutiva oficial de ingreso a la gran familia internacional de clubes del Hemisferio, surgida en los Estados Unidos en 1922 y establecida en Santo Domingo el 23 agosto de 1962, teniendo como su primer presidente a un joven samanense de origen lituano, el doctor Moisés Virgilio Paiewonsky, quien se unió a la familia 20-30 gracias a la orientación que recibiera de su amigo René Fernández, quien era miembro de la entidad en la capital de El Salvador y lo edificó en torno a las bondades de esta asociación de jóvenes sin fines de lucro que tenía como emblema un reloj de arena, simbolizando el valor del tiempo y la necesidad de que el hombre joven  le sacara provecho; y como lema principal: “La juventud para ser servida, debe servir”. Creado por Sandy Foale, uno de los fundadores de la organización.

El doctor Paiewonsky fue el principal propulsor de la extensión de los clubes 20-30 en el interior del país, contribuyendo en el año 1962 a la formación de la entidad en la ciudad de Santiago, y luego, el 22 de marzo de 1963 en la ciudad olímpica de La Vega, para llevarlo casi de inmediato a la ciudad de Puerto Plata, donde se instaló el sábado 23 de noviembre de ese año, durante una reunión-cena celebrada en los salones del centro recreativo Tenis Club, a la que asistieron autoridades locales como invitados y donde fue juramentado como su presidente el prestigioso médico-cardiólogo puertoplateño, doctor Rafael González Peña, junto a los miembros Andrés M. Pichardo, quien un año después presidiría la organización; ingeniero Frank Díaz, Pedro Jacobo,  Carlos A. Marte, Hermes Quezada, Emilio Herrera, Joaquín Sosa y Roger Mariotti.

En esta jornada extensionista, el joven Paiewonsky recibió el apoyo de los dirigentes del club de Santo Domingo, y en diversas actividades se le vio acompañado del abogado Fernando Radhamés Cantisano Arias, quien sería su sucesor en la presidencia del club de la capital; así como del historiador Daniel Nicanor Pichardo, los ingenieros Víctor Thomén, Elías de Jesús Rodríguez, Federico Milcíades Pérez Polanco, Delfos Caro, Rafael Mirabal, y arquitecto Anselmo Brache Batista; los licenciados José Antonio Fuentes, Francisco Cruz Fernández, Rubén Marino Álvarez y Vicente Dávila; y los doctores Miguel Ángel Pérez Arias, Mario Beras Mercedes, Frank Izquierdo, Miguel Ángel Delgado Batlle, Manfredo Codik, Rafael Felipe Sanabia, Virgilio Gómez Contreras, Julio Heinsen, Vinicio López, Ignacio Guerra. Régulo Mejía, Emmanuel Rodríguez Brache, Manuel de la Cruz, Manuel María Soñé, Francisco José Rivas Grullón, César Liriano, Ralph Schimensky y el pintor Efraín López.

Luego de la formación del club imberteño se inició la propagación clubística por todo el territorio nacional, comenzando a instalarse en el municipio de La Romana, y luego en la ciudad de Baní, el 10 de marzo de 1964, en el curso de una asamblea efectuada en el salón principal del Casino de Peravia, donde resultó electo presidente el doctor José Manuel Infante, en una plancha única con Víctor Maurio Jiménez de vicepresidente, Manuel Ángel Landestoy, secretario; Manuel Mario Pérez, tesorero; Vinicio Perelló, sargento de armas; doctor Rafael Aguasvivas, director de asuntos internos; doctor José Nicolás Crespo, de asuntos internacionales y educación; doctor Milciades Castillo, de asuntos profesionales; Rafael L. Santana, de publicidad, y Ramón Emilio Landestoy, de proyectos y asistencia social.

Tiempo más tarde se fundaron los clubes 20-30 de Mao y Moca, en fechas 20 de diciembre de 1964 y 14 de marzo de 1965.

La importancia de estos eventos está registrada en la reseña hecha por el diario El Caribe de la Tercera Convención Internacional del Subdistrito 20-30 de la República Dominicana, celebrada el día 21 de mayo de 1964 en el hotel Montaña del municipio de Jarabacoa, presidida por el doctor Miguel Ángel Pérez Arias y con la participación estelar de una delegación del club 20-30 de Imbert.

En esta sesión de expansión interclubes, la delegación imberteña compartió con los cien delegados 20-30 del Distrito Nacional y de  los municipios de Santiago, La Vega, Barahona, Baní, Puerto Plata y La Romana, que estuvieron allí con sus respectivas esposas y otros invitados valorando el crecimiento y desarrollo de la organización y reconociendo la gran labor realizada por varios de sus fundadores; especialmente, los doctores Moisés Paiewonsky, Fernando Radhamés Cantisano Arias, Miguel Ángel Delgado Batlle, Robinson Abreu Blondet, Andrés M. Pichardo y Guido Ricardo García.

Paradójicamente el club 20-30 de Imbert, tras permanecer varios años inactivo, está resurgiendo en estos días apadrinado por los dirigentes de Mao, y con esta resurrección brota intensamente el recuerdo de aquel tiempo imborrable en que se veía a la juventud imberteña expresando su legítima preocupación por el curso que tomaba la vida municipal y enrolándose con firmeza en memorables proyectos destinados a forjar el progreso y a proteger a los sectores más necesitados de la población; en especial a los niños.

Vale la pena recordar el esfuerzo que hicieron aquellos jóvenes de los años 60 para despegar a su pueblo de los males de la ignorancia y la pobreza, con diversas iniciativas de respaldo a la educación y la salud; y por eso es de justicia reconocer en este tiempo la labor altruista que desarrollara el Club Activo 20-30 en sus años de gloria bajo la presidencia de Fabio Alejandro Lara Espaillat y de sus sucesores, Diógenes Artemio Cabrera Francisco, Francisco del Pilar –Ventura- Sánchez y Joaquín Trejo y Trejo, quienes se distinguieron por su colaboración fecunda con el ayuntamiento municipal de Imbert, cooperando en la implementación de campañas de orientación ciudadana, en la formulación de las políticas de servicio a la juventud y en la ejecución de acciones comunitarias adecuadas a las necesidades de los jóvenes adolescentes del municipio; priorizando el fomento de   proyectos de cultura, de recreación, de protección al medio ambiente y de embellecimiento permanente del parque municipal, mediante el remozamiento y cuido de su iluminación, sus bancos y  su vegetación.

A 54 años de la fundación del Club Activo 20-30 de Imbert, nos llega el recuerdo de su joven mensajero, Lorenzo Gómez Marín, en la actualidad un empresario exitoso, propietario de la famosa empresa Logomarca, quien se afanaba en cada sesión garantizando una efectiva convocatoria de los socios a las reuniones que en ocasiones se desarrollaban en el salón principal del Ayuntamiento Municipal.

Nítidamente aflora a nuestra  memoria su imagen, en un viaje al pasado que rememora sus visitas puntuales a las moradas de los socios, donde iba a recordarles que no debían faltar al encuentro de ese día.

El joven Gómez Marín se esmeraba en hacer bien su trabajo, observando una conducta impecable en cada momento; pues  era el primero en llegar a la reunión para acomodar las sillas unos minutos antes de que ésta empezara; y luego permanecía allí, convertido en diestro asistente del colectivo, atento a todas las necesidades de sus miembros; compenetrándose de tal manera con la misión y objetivos de esta asociación, que 54 años después de los hechos narrados aún resuena en sus oídos el himno 20-30, ya que de tanto escucharlo…se lo aprendió de memoria, y con motivo de estas líneas lo facilita gentilmente a este espacio:

Oh bandera de mi patria/Tú para siempre serás lo más hermoso y querido/Lo que más duela en el alma/Lo que nunca hollarse pueda/Y, el porqué de mi existencia en esta tierra tan amada/  sea para ti mi bandera/ Un saludo 20-30 con amor y patriotismo/Nosotros, porque no mueras, siempre estaremos presentes/Y, porque brilles en tu asta cada vez con más fulgor/ estaremos de rodillas ante los niños de hoy/ que mañana habrán de amarte”.

Ojalá el Club Activo 20-30 recobre su antigua vitalidad con el amparo de los jóvenes maeños, aunque lo recomendable hubiera sido su acercamiento a los antiguos dirigentes que aún viven y residen en esa comunidad, para que se compenetraran con su mística, su entusiasmo, su buena voluntad y su vocación de progreso; y para  que conocer sus habilidades y el liderazgo que les permitió actuar con eficacia en el servicio a la comunidad y a la niñez desvalida, apoyados en el lema: “El hombre nunca se enaltece tanto como cuando se arrodilla para ayudar a un niño”.

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