Mis ojos son un mar de sangre,
en medio de una atmósfera
de prisiones, que nos impide
volar como las aves del cielo,
y nos inhibe gozar de la poesía.
Por más que busco aliento,
sólo hallo desaliento.
Por más que busco poemas,
sólo hallo penas.
Por más que quiero ser, no soy.
Quisiera ser como los ángeles,
estar en todas partes,
para no perder el ánimo,
y sentir a Jesús conmigo,
que no hay nada más sublime.
Tan importante como guardar
el camino, es hacer memoria
sobre quien nos da vida,
y aguardar el memorial de la luz,
y resguardarse de nosotros mismos.
Porque la esencia del ser,
está en el amor más que en el pan,
en el vivir desviviéndose,
pues más que hallarse,
hemos de hallarnos en el abrazo.
Únicamente abrazados
a la creación podemos recrearnos,
y solamente envueltos en Cristo
podremos resistir la tentación
de no disipar el gozo del camino.
Que la felicidad no está en tener,
sino en saber convivir,
pues si entenderse es hermanarse,
nuestros latidos, en la mente de Dios,
es casa de armonía, coso de paz.
Bendito el alba que nos despierta
y nos serena, Bienaventurada
la noche que nos adormece
las amarguras, Augusto el cielo
que nos espera sin desespero.
Alabad al árbol que asciende.
Enalteced todo lo que es,
que está en nosotros
y por nosotros, para deleite
del espíritu y regocijo del alma.
Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
21 de mayo de 2016