Thursday, March 28, 2024
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LA INOLVIDABLE TEMPORADA DE CANTINFLAS EN SANTO DOMINGO

El 11 de septiembre de 1963 se cumplen 55 años de la llegada de Mario Moreno “Cantinflas” a la República Dominicana, invitado por el gobierno de Juan Bosch para participar en una función benéfica de ayuda a los leprosos y en varias actividades artísticas y sociales relacionadas con esa causa, pautadas para efectuarse en las ciudades de Santo Domingo y Santiago de los Caballeros.

El renombrado artista mexicano arribó al Aeropuerto Internacional de Punta Caucedo a las 7:40 de la noche de ese miércoles, tras desmontarse de su avión privado…el “Súper Convair 777”, cuyo número recordaba al policía honesto de la película “El gendarme desconocido” (de 1941), que reaparecería más tarde en otro filme de similar calidad y éxito realizado en 1950, llamado “El bombero atómico”.

El distinguido humorista vino acompañado de 18 personas, entre las cuales figuraban los integrantes del Dueto Fontana, el Trío Los Duques, el actor-cómico Alberto Catalá, la bolerista Antonia Rodríguez, el animador de televisión Germán Figueredo, el torero Benjamín Esqueda y los banderilleros Ignacio Valencia y José Martínez.

Cuando entraron al área de recibimiento los artistas fueron animados por el Mariachi Dominicano que dirigía Manolín Collado, que dedicó varias piezas mexicanas al visitante, quien mostrando su admiración y simpatía por este conjunto improvisó algunas palabras refiriéndose a su excelente musicalidad y describiendo la alegría que le embargaba en ese momento inolvidable; pues le parecía no haberse alejado de su patria, al estar sintiendo “una de las emociones más grandes de mi vida”, por la recepción impresionante brindada por tantos admiradores aglutinados allí y en el mirador del viejo aeropuerto.

También se refirió a las finas atenciones que estaba recibiendo de sus anfitriones, representados por los ministros de Obras Públicas y de Recuperación de Bienes, que eran el ingeniero Luis del Rosario Ceballos y el empresario radial José Antonio Brea Peña.

Aquella muchedumbre le iba a acompañar en la marcha hacia Santo Domingo, integrándose a la caravana que se desplazaría por la avenida de Las Américas, para ser vitoreada durante más de una hora por millares de personas que saldrían de sus hogares, colocándose a ambos lados de esa vía para verle  pasar y saludarle en una espontánea expresión de júbilo  y apoyo al artista que había llegado a la República Dominicana después de una larga espera.

Concitaba mucho entusiasmo su  presencia en el país, pues Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes le había dado vida al personaje de Cantinflas convirtiéndolo en el artista más trascendente de México, en un cómico universal considerado por el famoso actor inglés Charles Chaplin como “el mejor comediante del mundo”.

Unas 70 mil personas se movilizaron aquella noche junto a él por la autopista de Las Américas y varias calles de la capital, hasta llevarlo al hotel Embajador -su lugar de hospedaje-, donde iba a lograr un buen descanso para reanudar -al día siguiente- el ajetreo antes de la función benéfica de la Feria Ganadera.

El jueves 12 de septiembre en la tarde, en compañía del ministro Brea Peña, el destacado visitante giraría una visita de cortesía a la residencia del presidente de la República, ubicada en la urbanización Bella Vista del Distrito Nacional, donde le esperaba la primera dama, doña Carmen Quidiello de Bosch y los sobrinos del jefe de Estado, los jóvenes Virgilio y Fernando Ortiz Bosch, quienes tras un reverente saludo lo introducirían en la  oficina del primer mandatario, quien le recibiría -junto a varios de sus ministros- con un efusivo apretón de manos.

Allí conversarían por un buen rato en torno al estado de ánimo del artista, quien le diría al presidente que había creído que Santo Domingo tenía un clima mucho más cálido, pero se había percatado de que era lo bastante agradable y se sentía muy bien con la calidez sentida en el majestuoso recibimiento de que había sido objeto a su entrada a la capital dominicana, fruto de la solidaridad del pueblo dominicano.

De su lado, Bosch le manifestaría que había visto sus películas y era su admirador, tras haber disfrutado de “ratos verdaderamente inolvidables”.

Esa misma noche se produciría el grandioso evento de la Feria Ganadera, a beneficio de los leprosos del país, con la asistencia de unas seis mil personas que -en su mayoría- tenían ganas de conocerle  desde mucho tiempo atrás, y se le había presentado -¡por fin!- la oportunidad de verle allí como protagonista del evento, recibiendo muestras claras de simpatía de los espectadores; entre ellos, el presidente Bosch y su esposa; el vicepresidente de la República, doctor Segundo Armando González Tamayo y altos funcionarios civiles y militares.

Cantinflas, como era natural, se acercaría  y saludaría al mandatario, quien le devolvería el saludo con una franca y ancha sonrisa, en un gesto de indudable amistad y aprecio reciprocado por el artista con el obsequio del capote de torero que llevaba puesto.

El acto se iniciaría formalmente a las 8:40 de la noche con la interpretación del Himno Nacional y la presentación de varios artistas mexicanos y criollos;  entre ellos, Dasia González, Alberto Catalá, Dueto Fontana, Trío Los Duques, Antonieta Prado, Fernando Casado, Sara Echavarría, Yvette Pereyra y Niní Cáffaro.

Tal como se esperaba, la noche se impregnaría de mucha alegría al presentarse Cantinflas con su uniforme de torero, junto a los diestros lidiadores mexicanos Benjamín López Esqueda y Tomás Abaroa, para demostrar que no sólo en el escenario cinematográfico podía exhibir un buen manejo y dominio de un  fuerte novillo, sino que también podría actuar allí como en 1941 lo hiciera en el mundo fantástico del cine, en su conocida película  “Ni sangre ni arena”, que tanta risa y alegría brindó al público.

En la Feria Ganadera durante la noche de este 12 de septiembre, Cantinflas exhibiría mucha sagacidad en su estilo cómico y agradable de torear, logrando que los espectadores gozaran en demasía, viéndolo atareado en  la arena, esquivando la embestida del animal a ritmo de merengue, de haladura de rabo y suaves estocadas, y de banderillas clavadas sin intenciones de tortura o de muerte.

Cantinflas aparte de torear y divertir a la gente con su bufeo y meneo cómico inimitable, participó durante el evento en un acto solemne que distrajo durante veinte minutos al público hasta entonces concentrado en  el espectáculo taurino, cuando el jefe de la Policía Nacional, general de brigada Belisario Peguero Guerrero le impuso en su pecho la placa No. 777, en señal simbólica de que la institución del orden público lo consideraba uno de sus miembros, acogiéndose al mandato de un decreto del presidente Bosch que le designaba “Raso Honorifico”, tras valorar su devoción por los asuntos policiales expuesta en su sobresaliente interpretación del agente policial integro que cumplía con su deber social en la citada película “El gendarme desconocido”.

La actuación de Cantinflas había sido insuperable, llenando la expectativa del público que ansiaba verlo desde que saltara a la fama en 1940 en la película “Ahí está el detalle”.

En ese sentido no abunda reiterar que su presencia en el país fue una iniciativa del gobierno de Bosch, que estimando su vocación filantrópica se le acercó en julio de 1963, a través del embajador dominicano en México, doctor Moisés de Soto, pidiéndole su colaboración para efectuar una función benéfica de ayuda a los leprosos de Santo Domingo, y no sólo acogió esa solicitud sino que también recomendó al empresario Héctor García Vargas -su apoderado- que pospusiera algunas presentaciones artísticas que tenía en Venezuela, Perú, Ecuador, Centroamérica y España.

El referido hombre de negocios calificó como “un caso muy raro esta visita de Cantinflas al país”, ese real “interés en venir a Santo Domingo”. Y recordaba que Cantinflas se había negado a actuar en la República Dominicana durante la oprobiosa era de Trujillo, pese a que sobraban las ofertas de buenos contratos de parte de la empresa televisora “La Voz Dominicana”, cuyo propietario, el general Petán Trujillo, hermano del dictador dominicano, llegó a enviarle un cheque firmado en blanco para que él anotara la suma que deseara; siendo éste devuelto sin vacilación aunque recomendándole al  reconocido general que  destinara “ese dinero a las personas que están muriendo de hambre en su país”.

Luego de la actuación de Cantinflas en la Feria Ganadera, hubo otras dos funciones en el Estadio Cibao de Santiago y en el Estadio Quisqueya de la capital, a casa llena, estando igualmente presente la causa de la lepra, que para esa época era un tema de salud en la República Dominicana, porque había una gran cantidad de leprosos internos en el leprocomio establecido en la sección de Nigua, San Cristóbal.

Una crónica periodística hecha el 20 de julio de 1963 por  el periodista Rafael Molina Morillo decía que, además de los enfermos, estaban residiendo allí unos 22 niños sanos, sin que hubiese una iniciativa de los funcionarios del lugar para evitar que fuesen contagiados por los pacientes infectados que compartían con ellos las camas y el estado de promiscuidad existente.

El gobierno de Bosch fue el primero en decidir enfrentar con seriedad aquella situación, dándole calor a la creación del Patronato de Lucha Contra la Lepra, que se estableció el 11 septiembre, en la calle Cayetano Rodríguez No. 41 de la capital, orientado por el doctor Huberto Bogaert Díaz y con una directiva presidida por la señora Carolina Hernández Estévez, e integrada por las damas Carmen de Alfau, Angeliquin de Pimentel Imbert, Rosa de Herrera, Millín de Taveras, Carmen de Marranzini, Ángela de Ortiz, Carolina de Bogaert, Marina de Flaquer y Carmen Idalia Grullón.

La meta de ese Patronato era mejorar la vida de los internos en el Leprocomio y trabajar con tesón por la creación de un moderno centro dermatológico para lidiar con todas las enfermedades de la piel  en una época de poco desarrollo en esa área de la medicina. Y fue gracias a ese esfuerzo que nacería tiempo más tarde -el 3 de febrero de 1966- el Instituto Dermatológico Dominicano, que hoy lleva el nombre del doctor Bogaert.

Sin duda que la visita de Cantinflas aquel 11 de septiembre de 1963 estimuló la lucha contra la lepra, y fue -por otro lado- una especie de sedante en un ambiente caldeado por las pasiones políticas, aunque no pudo detener la conspiración en los cuarteles que  se venía gestando entonces para derrocar el gobierno de Bosch.

Durante su estancia en la República Dominicana el actor y cómico mexicano recibió varios homenajes y reconocimientos; siendo nombrado “Miembro de Honor”, por el Senado de la República, quien le expresó un voto de agradecimiento por su humanitaria decisión de ofrecer el producto de sus presentaciones en el país para la campaña contra la lepra.

El Senado también aprobó  el proyecto de ley que le envió el presidente Bosch, por medio del cual se designó con el nombre de Mario Moreno al hogar infantil destinado al albergue de niños desamparados en la sección de Nigua, del municipio de San Cristóbal.

En este proyecto el jefe del Estado expresaba que “la visita al país del genial cómico mexicano Mario Moreno (Cantinflas) para actuar en un festival benéfico era ocasión propicia para rendir cálido tributo de admiración y homenaje a quien no sólo prodiga, a manos llenas, su arte extraordinario para deleite del público que lo aplaude y lo admira sino que destina gran parte de sus beneficios a obras de bien social especialmente a favor de la niñez desvalida”.

También el actor fue distinguido por el ayuntamiento del Distrito Nacional que le designó como “Huésped de Honor” y le entregó las llaves simbólicas de la ciudad, en un acto celebrado el viernes 13 de septiembre en el salón de actos del cabildo, presidido por el presidente de la sala capitular, J. Nicanor Pichardo y el síndico doctor Manuel de Jesús Reyes Martínez (don Gungo).

Uno de los actos más hermosos en que participó el artista mexicano, se efectuó el 14 de septiembre en la sede del Cuerpo de Bomberos Civiles de Santo Domingo, donde se le otorgó el rango de Capitán Honorario y donde dijo -al recibir el galardón- que “el honor más grande que he recibido en la República Dominicana es ese, ya que en el alma llevo el sentir de los bomberos, porque en mi país pertenezco a las filas de aquellos que lo arriesgan todo a cambio de nada”.

En ese acto, el coronel José N. Shotborgh, jefe del cuerpo de Bomberos Civiles, expresó que “lo hacía porque la oficialidad del cuerpo consideraba que por sus méritos era digno de pertenecer a la institución; mientras que el médico siquiatra José Ramón Báez Acosta, quien ostentaba el rango de teniente coronel y era subjefe de la  benemérita entidad, dijo que era un orgullo para ellos “tener en su seno a la figura destacada de Mario Moreno, en  cuya personalidad había una combinación ingeniosa de actor y altruista”.

Mario Moreno dijo que se sentía verdaderamente emocionado con la designación de que había sido objeto y exhortó al pueblo dominicano a que honrara al digno  cuerpo con su simpatía y admiración, y en un arranque de emoción saludó a todos los oficiales presentes con un cariñoso apretón de manos, y allí mismo firmó varios autógrafos tanto a los bomberos como a  centenares de personas que se acercaron a presenciar el acto.

El actor azteca abandonó tierra quisqueyana el 18 de septiembre manifestando tristeza por tener que partir de este país. Aseguró que volvería pronto a Santo Domingo, aunque por sus múltiples compromisos le sería imposible ofrecernos otra maravillosa temporada de humor y alegría; pero siguió  unido, sin embargo, al desarrollo del pueblo dominicano, colaborando con sus instituciones benéficas sin fines de lucro, como lo hizo en el año 1974, participando en una reunión del Instituto Dominicano de Cardiología, presidido por el eminente médico doctor Héctor Mateo. Eso fue el 23 de enero, día en que por instrucciones del presidente Joaquín Balaguer, la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores, dirigida por el canciller Víctor Gómez Bergés, le impuso la condecoración de la Orden de Duarte, Sánchez y Mella en el grado de Caballero.

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